Aún con los ojos enrojecidos por la emoción de haber sido exculpado después de tres años inmerso en un proceso en el que se le pedían hasta 16 de cárcel, Salvador Ochoa accede a hablar con este diario apenas unas horas después de haber abandonado la sala de vistas libre de cargos. Y lo hace matizando que sólo quiere hacerlo de la vertiente humana de una experiencia que no le desea nadie.

«Siento un alivio absoluto. Pensamos que la verdad siempre era una buena aliada y así hemos ido y ha salido bien», asegura este exdirector, que ha estado asistido por el letrado Carlos Mato, consciente de que el informe pericial que presentó ha sido determinante para su exculpación. Aunque también para confirmar que las acusaciones se habían quedado cortas en sus sospechas sobre las operaciones con que supuestamente se engordaron las cuentas de la caja.

«¿Que a qué atribuyo mi imputación? Pues supongo que a una estrategia de defensa equivocada», responde quien fuera subordinado del director general de Planificación y Control Teófilo Sogorb quien, como el resto de sus excompañeros de trabajo acusados, continúa en el banquillo. «Si demuestran que son inocentes, me alegraré», asegura este hombre que dice no sentir rencor ni hacia quienes declararon que le facilitaron una información que nunca recibió. Otrora colegas de trabajo con los que apenas ha cruzado una palabra en estas semanas de juicio.

Alejado ya de la actividad financiera tras pedir la baja en el Sabadell («necesitaba un cambio», asegura), convencido de que fue el ladrillo el que se llevó a la CAM por delante y sin querer ahondar en otros pormenores de la debacle, confiesa que de lo único que se arrepiente es de haberse dejado la vida en la caja.