Se trata de una intervención colorista gigante que convierte el barrio alicantino de Campoamor en un lienzo de enormes proporciones. De hecho, para tal cometido, ayer participaron más de 20 artistas internacionales (con los referentes alicantinos Rudi, Tom Rock, Sealtres, Dollar y Peyo, entre ellos) en un proyecto que lleva el arte, la cultura, a la calle.

A todos los grafiteros resulta fácil localizarlos a primer golpe de vista. Andan con sus monos especializados del que cuelgan unos soportes que les permiten moverse de un lado para otro hasta con seis esprais encima. Trabajan con rayas multicolores (son los disparos que se escapan, las ráfagas de pintura fresca que les identifican), y portan máscara y gorra, aunque el sol aprieta fuerte y es también imprescindible el uso de gafas de sol.

Suena música de fondo, y algunos artistas descansan cerveza en mano. Otros consumen un cigarrillo. En cualquier caso, lo curioso es que todos ellos andan con su mirada fija sobre el mural, ante la idea de con qué color o con qué forma dar vuelo a su obra. Y el público pasea y presta atención a muy pocos metros de las pinturas (familias, mayores, niños... asistentes muy variados los que circulaban ayer por la zona), y preguntan, se interesan, intercambian impresiones con los grafiteros.

Así discurrió el I Festival «Campoamor Graff», deparando un foco de modernidad, caldo de cultivo de ideas, inquietudes, del arte callejero y de la cultura que conserva, restaura, revitaliza y redecora nuestros espacios y calles. Por eso Campoamor se transformó ayer en un lugar de encuentro entre familias, artistas, convivencia, charlas, amistades y valores... de tal modo que, donde hace un instante se encontraba una pared vacía, hueca y resquebrajada, al poco, surge un punto de color, forma, creatividad y originalidad.

«Esta es una de las mejores cosas que le puede pasar a Alicante», confiesa el alicantino Juan (Janfree), que lleva desde los 90 pintando Goku y Vegeta sobre el papel, con el «colacao» y el desayuno sobre la mesa antes de largarse al cole. Él soñaba con dedicarse al color, las formas y la posibilidad de entregarse a un muro espray en mano, y ayer se le veía especialmente feliz haciéndolo en su ciudad. «Estas exhibiciones son normales en Madrid y Barcelona, y estaba deseando verlas más aquí», agrega. Una opinión muy similar a la de Álvaro, de San Vicent del Raspeig, quien en la zona de «grafiti libre» señalaba las dificultades de realizar este tipo de creaciones, por lo que este I Festival «Campoamor Graff» era como un ejercicio de liberación para él.

Dollar, conocido en el colectivo por sus mensajes de «Jesús» sobre las paredes, disfrutaba como un niño; y Tom Rock, muy centrado, iba a lo suyo sobre la escalera, entre las líneas de un grafiti que siguen su huella inconfundible. «La única duda que tengo es si las obras van a continuar. No me gustaría pensar que las van a borrar», comentaba respecto a un arte que está obligado a luchar contra el tiempo debido a su carácter efímero. Algo que, en cierto modo, se podría corregir con la renovación cultural de un encuentro que, por presencia de público, alcanzó ayer una nota muy alta.

«Queremos dar lo mejor a la ciudad y esta es una forma de hacerlo. Ya hay un buen porcentaje del barrio pintado, y queremos continuar dando más y mejor. Aquí están algunos de los mejores grafiteros y son obras que se regalan a Alicante», apuntó Rudi, quien tenía muy próximo a él Sealtres, de Orihuela, ante una pintura tridimensional y laberíntica.

En total, fueron más de 100 metros de calle que congregaron a grafiteros de relevancia como Ed-Mun (Brasil), Made 514 (Italia) o Kraser (Cartagena). También los hubo de Alcoy, Elche o Agost, en una jornada que se completó con talleres de brake-dance y pelea de gallos (rimas, poesía, improvisación, micrófono abierto para todos). ¿El resultado? Arte urbano que conecta con la cultura de la calle.