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Dos emprendedores crean en Finestrat una línea de potitos «gourmet»

Comenzaron a producir en abril y en 5 meses comercializan sus tarros en 62 farmacias

Hacer un potito sano, nutricionalmente equilibrado pero, sobre todo, un potito que al gusto estuviera bueno. Tan bueno, que no dudan en calificarlo como un potito «gourmet». Con esta base de partida, dos emprendedores de la Marina Baixa han lanzado al mercado una línea de purés con la que pretenden plantar cara a la industria de la alimentación infantil desde su pequeño obrador de Finestrat, en las faldas del Puig Campana.

Sergi Soriano y Vicente Pérez son los padres de Mamispoon. Engendraron su criatura a principios del pasado año. Después de varios meses de preparativos, burocracia, inversiones y pruebas, muchas pruebas para testar el resultado final, en abril se enfundaron el delantal e iniciaron su modesta cadena de producción, que cuenta con el asesoramiento de un doctor en Tecnología de los Alimentos de la UMH, una nutricionista infantil y «mi sobrina de ocho meses, que es quien hace el test de calidad», comenta en broma Vicente. Ahora, poco más de cinco meses después, han logrado posicionarse en 62 farmacias, principalmente de la provincia de Alicante pero también en otras zonas del país, lo que sumado a la venta online les permite poner en el mercado cerca de 2.000 potitos al mes. Y subiendo.

Relatan con pasión todo lo que les está sucediendo. Sergi es licenciado en Biología y doctor en Oceanografía. Tras varios años dedicado a la investigación, dio un giro de 180 grados a su carrera profesional para dedicarse a la consultoría de grandes empresas en Estados Unidos. «Allí se vive un boom ecológico», explica. Aquella mentalidad le hizo ver una posible vía de negocio al lado de casa. Y regresó a La Vila, su pueblo, a finales de 2015. Le contó la idea a su amigo «de siempre». Vicente, también de origen vilero, estudió para delineante, después hizo un módulo de electricidad y durante años fue encargado de mantenimiento de un hotel. Pero su pasión siempre fue la cocina. Así que cuando Sergi le contó la idea, no dudó en subirse al barco para desarrollarla juntos.

Con 39 y 38 años respectivamente, se enfrascaron en un proyecto que, según reconocen, «todavía no ha llegado al punto de equilibrio» económicamente hablando. Aunque tampoco buscan el pelotazo: «Queremos huir de lo que hacen los demás, los grandes, porque nuestra filosofía es la de vivir en un mundo más rural, más orgánico y más colaborativo».

¿Por qué la alimentación infantil? «Es un mercado con muchas posibilidades. Primero, porque los padres tienen una precaución brutal con lo que le dan a sus hijos. Segundo, porque son más insensibles al precio cuando de lo que se trata es de darle a sus hijos lo mejor. Y, tercero, porque en España no hay ningún potito como el nuestro en el mercado», mantiene Sergi.

La diferencia

Varias cosas les diferencian del resto. Por un lado, cuentan con una certificación de que sus productos son cien por cien ecológicos por parte del Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad Valenciana, lo que atestigua que no han estado sometidos a pesticidas, hormonas o modificaciones genéticas . Además, todo el proceso de elaboración se hace de manera artesanal: pelan y cortan a mano la fruta y la verdura; guisan caldos para poner como base de los purés,... Y, lo que para ellos es más importante, no introducen a posteriori ningún tipo de aditivo artificial, ni sal, ni azúcar añadido, ni zumos concentrados, espesantes o potenciadores del sabor: sólo fruta, verdura, carne o pescado cien por cien, que una vez elaborado someten a un tratamiento de autoclavado para garantizar su esterilización y conservación.

A pequeña escala

Por el momento, su idea es limitarse a la venta en farmacias, como «apuesta por el comercio de toda la vida», y en un nicho de mercado limitado, dado que otra cosa impediría que pudieran seguir produciendo a pequeña escala y con un control absoluto en todo el proceso. Además, mantienen que los valores de su compañía «no encajan con los de las grandes superficies, que exigen condiciones que estrangulan al pequeño» y que «en precio tampoco podemos competir con las grandes marcas». Pero han echado cuentas: «En España hay 23.000 farmacias», dicen. Quién sabe.

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