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Una Peregrina sin carros

El homenaje a la Santa Faz que se celebra desde hace 529 años retorna a la senda de la tradición al rebajarse el botellón durante la romería

La exaltación del alcohol con carros llenos de botellas que se había convertido en una costumbre en la romería de Santa Faz se ha frenado este año en seco, retornando la Peregrina a lo que es: una tradición religiosa que Alicante celebra desde hace más de cinco siglos para conmemorar el Milagro de la Lágrima. Un acontecimiento que tuvo lugar en 1489, cuando del lienzo que se custodia en el monasterio brotó una lágrima durante una rogativa por la sequía y después se puso a llover. Ayer en el recorrido de la romería no se vieron grupos de jóvenes empujando carros llenos de bebida entorpeciendo la caminata a los peregrinos. Los carritos que había eran de niños mientras que a las playas sí que llegaron, pero muchos menos que otros años. Fruto todo ello de la presión policial y de las campañas promovidas desde las distintas administraciones a la vez que por la plataforma Tolerancia Cero alcohol en Santa Faz, integrada por colectivos ciudadanos, que inundó el recorrido de gorras y pañoletas con el mensaje: «Yo en Santa Faz 0,0. ¿Y tú?», muchas de ellas llevadas por niños y jóvenes.

La ausencia de carros permitió una romería menos atropellada, lo que no quiere decir que fuera veloz. La Peregrina oficial, con las autoridades eclesiásticas y civiles a la cabeza, resultó más relajada, a petición de distintas asociaciones de mayores, que hicieron ver al Cabildo de la Concatedral de San Nicolás sus dificultades para poder seguir el ritmo de la comitiva. La Iglesia lo expuso a las autoridades políticas, que «lo aprobaron y agradecieron», según explicó durante el camino el deán Ramón Egío.

En la Peregrina oficial el protagonismo lo tiene la réplica de la Santa Faz que procesiona desde Alicante hasta el santuario, donde se extrae la Reliquia que desde hace siglos custodian las monjas Clarisas. Pese a no ser la imagen original, miles de romeros volvieron a formar largas colas desde muy temprano en la Concatedral para tocarla y besarla. El obispo de la Diócesis Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, dio por iniciada la romería con un «vayamos con gozo al encuentro del Señor», en referencia al rostro de Jesús que se venera en la Santa Faz, y que, según la tradición, es uno de los pliegues del paño con el que la Verónica secó la cara de Cristo en su camino al calvario. Un instante antes, la alcaldesa en funciones, Eva Montesinos, solicitaba iniciar la romería de 2018 en nombre de la ciudad, «en el 529 aniversario del Milagro de la Lágrima de la Santísima Faz de Jesucristo y en el Año Jubilar de San Vicente Ferrer».

La réplica de la Santa Faz, portada por el canónigo de San Nicolás y vicario judicial Miguel Ángel Cremades, no caminó sola. Delante, durante toda la Peregrina, abría paso una imagen de este santo, del que la Diócesis conmemora el sexto centenario de su fallecimiento. La talla fue portada por costaleros de la cofradía del Morenet, y colaboraron hermanos de Nuestro Padre Jesús y de la Santa Cena. Como en los últimos años, la imagen de la Verónica esperó a la Peregrina en la plaza de la Santísima Faz, detrás del Ayuntamiento, acompañándola hasta la basílica de Santa María. Resultó ese primer tramo más desangelado que otros años, con menos público por el frío de la mañana. La romería se hizo multitudinaria conforme avanzaba el día, se calmaba el viento y subía el termómetro. La alcaldesa accidental habló de 300.000 personas en una jornada en la que triunfaron los caballos de la Policía, que por primera vez abrieron la comitiva oficial.

La seguridad se reforzó con helicópteros de la Policía Nacional y la Guardia Civil, que desplegó numerosos agentes en el caserío, en la zona que linda con Sant Joan, fuertemente armados. Se instalaron barreras antiterroristas en algunos puntos al continuar la alerta 4.

Entre los peregrinos había personas descalzas. Entre ellas la alicantina Antonia García, como lleva haciendo desde hace 4 años para agradecer a la Santa Faz la mejoría de su marido enfermo. Y como Francisco Carreño, con los pies desnudos por primer año porque acaba de ser padre de una niña prematura que pesa 760 gramos, de nombre Triana, que está en la incubadora, tras un embarazo muy complicado de su esposa Ana Isabel, quien traía inicialmente gemelos. Tras perder a uno, los médicos han salvado a la niña. Al llegar al monasterio de la Santa Faz lloró y, con los pies llenos de ampollas, se fue al hospital, donde aún se recuperan. También había peregrinos de otros países, como Leonila Oyana, de Guinea Ecuatorial, quien lleva 3 años haciendo el camino: «pido a la Santa Faz salud y paz».

La Santa Faz fue extraída del camarín donde se custodia a la primera. Aunque sonó la alarma, las dos llaves que guarda el Ayuntamiento, que introdujo el concejal síndico Carlos Giménez, y las dos de las monjas, que se las entregaron al capellán, José Luis Casanova, funcionaron perfectamente en sus cerraduras. El sacerdote sacó el relicario y se lo entregó al obispo, quien salió con la imagen bajo palio hasta el exterior del monasterio abrumado por quienes querían tocar la Reliquia, que apenas le dejaban avanzar. Luego comenzó la misa, cantada por la Coral Tabaquera, en presencia de la La Verónica de Sant Joan. Se bendijo una imagen del rostro de Jesús de la Asociación Nacional de Cofradías de La Verónica que será itinerante.

La Santa Faz fue devuelta al camarín y firmaron las actas los testigos, entre ellos los caballeros custodios Salvador Lacy y Eleuterio Llorca, y los canónigos Joaquín Rodes y Francisco Martínez, quienes renovaron un protocolo que permanece inalterable desde que lo promulgó en 1669 el rey Carlos II. Ahora empieza una nueva etapa para la Santa Faz, pues 2019 será Año Jubilar concedido por el Vaticano, y habrá actos especiales.

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