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Dos testigos clave contradicen la versión policial contra el yerno de Sala

El encargado del lavadero ratifica ante el juez su primera declaración en la que aseguró que vio con vida a María del Carmen Martínez a la hora en que Miguel López se había ido de Novocar

Mar Sala se tapa a la salida del Palacio de Justicia de Benalúa pasadas las 16 horas. héctor fuentes

Seis horas de declaraciones y ocho testigos de los que dos, lejos de confirmar las sospechas policiales, han dado pie a un mar de interrogantes acerca de la participación de Miguel López en el asesinato de su suegra, la viuda del expresidente de la CAM Vicente Sala, crimen por el que permanece encarcelado desde el pasado día 10 de febrero.

Es el resumen de una jornada, la de ayer, en la que arrancó la ronda de testimonios ante el magistrado José Luis de la Fuente, instructor de la investigación sobre la muerte de María del Carmen Martínez el pasado 9 de diciembre de dos disparos en la cabeza en un establecimiento de automoción propiedad de la familia y regentado por el principal sospechoso de su muerte.

La cara del fiscal José Llor y su única respuesta a las preguntas de los periodistas al término de las comparecencias («hay muchos matices», sólo acertó a decir) era un fiel reflejo de lo que había ocurrido dentro. Contra todo pronóstico, uno de los testigos clave de la jornada, el empleado de Novocar encargado del lavadero donde fue tiroteada la mujer y la primera persona que reparó en que alguien ensangrentado (a quien inicialmente identificó como un hombre) se encontraba junto al coche de María del Carmen, mantuvo ayer ante el juez su primera declaración. En ella, nada más producirse los hechos, aseguró a los primeros agentes que llegaron a Novocar que «en torno a las 18.55 horas fue la última vez que vio a la víctima con vida cuando se encontraba en el lavadero recogiendo el vehículo que se lo habían lavado. Y que posteriormente se metió en el taller a seguir trabajando hasta que salió a dejar unos materiales», que fue cuando halló a la víctima malherida, según recoge el atestado policial incorporado al sumario y ratificado ayer.

Esta declaración contrasta con las conclusiones policiales que sitúan a Miguel López a las 18.48 horas en la finca donde tiene su residencia, a donde habría llegado después de disparar a su suegra salvando en 9 minutos la distancia que le separaba desde Novocar, concluyen los investigadores. Es más que probable que los agentes que realizaron ese primer atestado sean citados a declarar para que aclaren estos extremos.

Pero éste no fue el único «matiz» al que hacía referencia el fiscal. Otro de las personas en cuyo testimonio se sustenta también la tesis policial, la de la trabajadora del establecimiento a quien Miguel López encargó que citara a su suegra para que fuera a recoger su vehículo, tampoco acertó ayer a concretar si esa llamada la hizo el viernes 9, cuando se produjo el crimen, o el miércoles, a pesar de que el listado de llamadas aportado al sumario refleja expresamente que se produjeron la mañana.

Herminio Fuentes, el encargado del lavadero, sí ratificó que la tarde del asesinato Miguel López le ordenó que fuera a trasladar unos muebles fuera del local y coincidió con su entonces compañero Israel Fernández (desvinculado ahora laboralmente de Novocar) que ninguno de los dos le entregó las llaves del coche de su suegra a Miguel López, otro de los puntos clave de la investigación, junto a la incógnita de quién colocó el vehículo en el lavadero, lo que ninguno de ellos aseguró haber hecho. La Policía sostiene que fue el yerno de la víctima quien lo hizo para preparar el escenario del crimen.

Presiones cruzadas

La posible existencia de presiones sobre los trabajadores del establecimiento tanto por parte del sospechoso como del hijo de la víctima, Vicente Sala Martínez, para condicionar los testimonios en uno u otro sentido fue otro de los aspectos que ocuparon una buena parte de las comparecencias de ayer. Mientras por un lado se alertó de la influencia que el sospechoso ha podido ejercer sobre sus trabajadores durante los dos meses que transcurrieron desde el crimen hasta su detención, a lo que se sumaría la vinculación laboral y el temor a perder el puesto de trabajo de los declarantes, por el otro se buscó poner bajo sospecha la presencia del hijo de la víctima en Novocar el 12 de diciembre, el lunes siguiente a la muerte de su madre. Una visita que, desde las filas de quien la realizó, se justificó por la necesidad de reparar un coche que tenía averiado, momento que aprovechó para agradecer a los empleados las atenciones con su madre. Desde la contraria, se interpretó como un intento de dirigir los testimonios, algo que tendrá que determinar la instrucción.

Lo que ayer quedó claro, con todo, es que los trabajadores que continúan vinculados laboralmente a Novocar, entre los que se encontraban también José Manuel Esclápez y Andrés López, no declararon en contra de quien ha sido su jefe directo, aunque a veces llamaran así a la víctima. La mayoría de ellos aguardó junto a una de las cuñadas del sospechoso, Mar Sala, su turno para comparecer ante el juez, lo que no fue óbice para que intercambiaran un apretón de manos con el hijo de la fallecida cuando llegó al juzgado.

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