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Turismo humanitario

Vacaciones solidarias

Cooperantes alicantinos emplean su tiempo libre en ayudar a los demás

Vacaciones solidarias

Pasan sus vacaciones lejos de paradisiacos resorts, de cosmopolitas ciudades o de trasatlánticos que surcan el Mediterráneo. Los cooperantes emplean su tiempo libre en ayudar a los demás, aunque estén al otro lado del Atlántico o sencillamente a la vuelta de la esquina de sus casas, y vuelven con la mochila llena de experiencias y la sensación de recibir más de lo que dan.

«Te vas con muchas ganas de enseñar cosas, pero regresas habiéndote llevado tú muchas más experiencias», explica Ana Peñalver, quien estuvo en Ruanda, de la mano del Centro de Cooperación al Desarrollo y Voluntariado de la UMH organizando talleres lúdicos con los niños que asistían a un hospital en un pueblo a dos horas de la capital.

Un sueldo emocional. Esa es la sensación que se llevan voluntarios como Rafael Berenguer, quien trabaja todos los veranos desde 1995 para Cruz Roja, ayudando a las personas que llegan al puerto de Alicante para embarcarse rumbo a Argelia. Y es que, aunque no reciba un sueldo por este trabajo, «no hay dinero que pueda pagar lo que sientes cuando te marchas a tu casa después de haber ayudado a estas personas».

Sin embargo, lejos de lo que pueda parecer en un principio, ser voluntario o cooperante no es sencillo, sobre todo si tu destino está más allá de nuestras fronteras. «Es muy caro. No hay ayudas de ningún tipo y las ONG llegan hasta donde pueden. Al final tienes que pagar tú el viaje y todos los gastos», explica Patricia Solís, quien acaba de regresar de Marruecos tras un viaje de cooperación. Esta graduada en Derechos Humanos, que trabaja en una tienda de ropa por falta de empleo en su terreno, reconoce que pasa todo el año ahorrando para poder pagar sus viajes de cooperación a países como Nepal o Ghana.

Las ONG también comparten esta opinión. Es el caso de Dar al Karama, que organiza cada año dos expediciones a los campos de refugiados de Tinduf. «En nuestro caso es relativamente caro porque dependemos de los vuelos de la compañía aérea argelina y su precio siempre ronda entre 400 y 600 euros. Después la estancia allí es muy económica, porque siempre nos alojamos en casas de familias. No es barato, aunque se puede hacer frente», explica Luis García, presidente de la entidad.

En la provincia de Alicante buena parte de las ONG que organizan viajes solidarios están ligadas al terreno de la sanidad. El Colegio de Enfermería tiene un grupo propio que periódicamente organiza viajes de cooperación y el Colegio de Médicos acaba de poner en marcha una oficina para ayudar y conocer las necesidades de las muchas asociaciones de médicos que prestan asistencia durante sus vacaciones en países más pobres.

ONGs como «Vissió sense fronteres», a través de la que viajan un grupo de oftalmólogos, enfermeras y optometristas de Alicante para operar de la vista en países como Kenia o Costa de Marfil. «En nuestros 20 años de andadura, hemos operado 6.000 cataratas», explica el oftalmólogo Jaime Javaloy. Y es que esta patología, «supone la primera causa de ceguera mundial, algo impensable en países como España, donde se operan sin mayor problema». En cada viaje, estos profesionales pueden llegar a atender a 300 pacientes. Toda una satisfacción, «porque la persona pasa de estar totalmente inválida a recuperar su autonomía».

Pero en el terreno de la cooperación, todas las profesiones pueden aportar su granito de arena. David Fontcuberta y Paula Villar son arquitectos, voluntarios de Arquitectura sin Fronteras, y actualmente están en Perú trabajando en dos proyectos de construcción participativa financiados por la Universidad de Alicante, la Politécnica de Madrid, así como los ayuntamientos de Errentería y Eibar. Aseguran que en los últimos años ha aumentado notablemente el compromiso social entre los arquitectos «y es fácil encontrar proyectos con los que colaborar gracias a las diferentes disciplinas que engloba el voluntariado».

Y es que, a juicio de Luis García, presidente de Dar al Karama, los únicos requisitos para ser cooperante «pasan tener inquietudes y darte cuenta de que alrededor tuyo hay personas que lo están pasando mal».

Sea cual sea la ayuda que se preset, siempre hay un antes y un después de un viaje de cooperación. Para Ana Peñalver, su experiencia en Ruanda le ayudó a entender «que no hay que darle excesiva importancia a las cosas que realmente no la tienen. Todo se puede ver desde otra óptica». Del país africano se trae el recuerdo de los ojos de la gente. «Son ojos vivos, llenos de curiosidad y ganas de aprender. En occidente, aun teniéndolo todo, tenemos una mirada mucho más triste».

Construir un mundo más solidario. Este es el fin de la cooperación a juicio de Patricia Solís, para quien «el voluntariado es un agente muy importante de cambio a nivel global». De todos los viajes que ha hecho esta experta en derechos humanos aprende a afrontar la vida de una manera distinta.«A veces nos marcamos una prioridades que no lo son. En estos países, pese a carecer de un montón de recursos, cuidan más sus valores. Tienen otras prioridades».

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