La tierra se partió en dos en Haití el pasado 12 de enero y al día siguiente sus padres y amigos ya estaban esperando el momento en el que Óscar Sánchez les anunciara que se marchaba al país más pobre del continente americano a prestar su ayuda. Efectivamente, este cirujano infantil del Hospital General de Alicante no se lo pensó dos veces tras conocer la noticia y el 31 de enero ya cruzaba el charco junto a una delegación de Bomberos Unidos sin Fronteras con la que también viajaban una médico y una enfermera del SAMU de Alicante.

En el casi destruido Hospital General de Puerto Príncipe, Óscar atendía a una media de 80 personas cada día, cerca de un millar durante los casi 20 que permaneció en el país. "Tras el terremoto, explica, los primeros equipos médicos que llegaron desarrollaron una "cirugía de guerra", atendiendo amputaciones y grandes heridas provocas por el seísmo. Nosotros nos dedicamos a hacer las curas de esas amputaciones, atender infecciones y a pasar las consultas ordinarias de la población haitiana. Vimos casos de diarreas, neumonías, peritonitis, cáncer... y a muchos niños con patologías que por falta de dinero nunca se hubieran operado de no estar tú allí".

Ritmo frenético

Veinte días "en los que no veíamos el fin de tanto que había por hacer" y en los que cada minuto había que pelear contra la escasez de medios. "Lo que más recuerdo es el caso de una niña que necesitaba urgentemente insulina y nosotros no teníamos. Busqué por todas las delegaciones de países que trabajaban en el hospital y finalmente los estadounidenses me la facilitaron. En ese momento le salvamos la vida, pero no sabemos qué habrá pasado con ella. No me quito este pensamiento de la cabeza". Otras veces, sin embargo, "no encontrábamos los medicamentos que necesitábamos y la frustración nos desbordaba. Esa noche llegabas a casa llorando".

Con constantes réplicas sacudiendo la tierra, Óscar y sus compañeros decidieron dormir al raso, en tiendas de campaña. "Era una sensación de pánico. Cuando la tierra se movía no había forma de mantenerse de pie". Baúles llenos de latas de fabada y lentejas solucionaron el avituallamiento durante los 20 días. "Quedaban algunos supermercados en pie, pero los precios eran desorbitados".

La imagen que este médico alicantino, que ha participado en otras misiones humanitarias en Perú y Gana, se lleva de Puerto Príncipe "es la de una ciudad en la que parecía que hubiera caído una bomba atómica". "La gente vivía en plásticos, los niños buscaban alambres para venderlos, mientras la ayuda humanitaria no llegaba". En medio de este desastre, "era increíble observar cómo la gente es capaz de desconectar ante semejante tragedia. Todavía quedaban cadáveres por desenterrar y la gente pasaba frente a ellos sin inmutarse". Con todo, Óscar cree que lo peor puede estar por llegar. "No sé lo que pasará cuando llegue la época de lluvia y con toda la infraestructura del país devastada".

Digerida la experiencia y al mes y medio de haber regresado de Haití, Óscar cree que la suya es una experiencia por la que todos los médicos deberían pasar. "Esto te ayuda a relativizar las cosas, aprendes a valorar cada instante porque no sabes qué te va a ocurrir mañana". El 2 de marzo regresaron los últimos compañeros que quedaban en el país. "Hasta entonces estuve en contacto a través del correo electrónico con ellos y les iba preguntando por los pacientes. Desde entonces no sé nada y no me lo quito de la cabeza". Óscar es interino y para su viaje a Haití empleó su mes de vacaciones. "Una de las razones por las que me quiero sacar la plaza es que dispones de un mes con sueldo y dos sin sueldo para desarrollar este tipo de labores humanitarias".