La llegada del smartphone a nuestras vidas nos la ha cambiado, sin duda. Tenemos en nuestra mano un microordenador que nos permite en todo momento comunicarnos, informarnos, realizar procesos y gestiones que antes nos llevaban horas en cuestión de segundos e, incluso, trabajar.

Hasta tal punto llega la adoración por las funciones que nos ofrece que algunos estarían incluso dispuestos a implantarse un chip en su cuerpo para disponer, de manera aún más rápida y natural, de muchas de estas funciones. Al respecto, el estudio 'Y después de los smartphones, ¿qué? Ciudadano Cyborg', llevado a cabo por Línea Directa, desvela que hasta el 20% de los españoles estaría dispuesto a hacer lo que algunos tacharían de auténtica barbaridad.

Un chip en tu cuerpo, ¿para qué?

Entre las principales funciones del smartphone que supliría el chip, los encuestados destacan las de almacenar miles de datos, tener una cámara de visión integrada o contar con un GPS. Ahora bien, también existen importantes reticencias, debido a los posibles problemas de salud derivados de llevar un cuerpo extraño en el propio organismo, el hecho de tener que ceder datos de su vida personal a terceros o la posibilidad de no poder desconectar digitalmente. Por otra parte, el hecho de estar siempre localizables y no tener que llevar dispositivos físicos son las ventajas preferidas por los participantes en el estudio.

Otro de las principales conclusiones apunta a que el 32% de los españoles estaría dispuesto a que las compañías monitoricen sus hábitos, si ello le reporta beneficios en forma de descuentos en los productos y servicios de dicha compañía.

Pero, sin duda, lo más preocupante de los resultados del estudio es la dependencia que tenemos del smartphone. Así, el 21% afirma sentir ansiedad si no lo lleva encima y el 30% no logra hacer nada durante más de una hora sin mirar el teléfono. Lo más grave radica en que casi la mitad de los encuestados (46%) reconoce haber perdido capacidad cognitiva desde que tiene móvil y 2 de cada 3 sostienen que su adicción afecta a sus relaciones personales.

¿Es sana nuestra relación con la tecnología?

Todos estos datos lleva a muchos a preguntarse si no se nos estará yendo de las manos nuestra relación con la tecnología. Hemos charlado con Mariano Urraco, sociólogo y profesor de la UDIMA, coautor de 'De esclavos y robots y esclavas: paisajes transmediáticos' (Catarata, 2019), quien rebaja el alarmismo apuntando que "cada momento histórico tiene su tecnología, que es desarrollada y utilizada por las personas para lograr solucionar los distintos problemas que se van encontrando".

Es cierto que el ser humano tiende a creerse único y que la época que está viviendo es realmente particular en la línea histórica, pero Urraco advierte que "no debemos dejarnos llevar por todas las visiones de la tecnología contemporánea como si fueran algo radicalmente distinto a lo anterior, cuando no son más que evoluciones progresivas", es decir, una secuencia más en el desarrollo de la humanidad. Así, a la pregunta que nos planteábamos, la respuesta del sociólogo es tajante: "No cabría hablar de que la tecnología se nos esté yendo de las manos. Tal vez, seamos nosotros los que nos estemos soltando de ciertos asideros (morales, mayormente) en nuestra relación con la tecnología".

¿Más funciones es sinónimo de mayor control?

Cada paso que da la tecnología, aumentan las sospechas sobre si el fondo de la cuestión radica o no en obtener un mayor control de la información y los datos. Y algunos casos de renombre, como el de Cambridge Analytica, no ayudan de ninguna manera a que sea de otro modo. Sin embargo, al respecto, Urraco niega la mayor. Si bien es cierto que existe esa tendencia "a tener una visión negativa, asociando la evolución tecnológica a niveles más elevados de control o de pérdida de libertades individuales", no tiene una relación directa, sino que más bien "únicamente dependerá del uso que los propios seres humanos hagan de los dispositivos tecnológicos que se vayan desarrollando".

En este sentido, el sociólogo resalta que no podemos olvidar que el poder lo tenemos nosotros, los seres humanos, porque la tecnología "no es un agente con voluntad propia". En otras palabras, "son las decisiones de las personas las que configuran los usos tecnológicos, y no deberíamos partir de la premisa de que la gente es estúpida, sino que convendría que analizásemos sus acciones desde la óptica de la racionalidad", argumenta.

No sabemos si llegaremos a vivir realmente como 'ciudadanos cyborg', pero lo que es incuestionable es que el desarrollo tecnológico no va a parar, y tendremos que seguir haciendo "el cálculo de costes-beneficios", pues no todos primamos de la misma manera "la omnipresente conectividad o la necesidad de estar permanentemente localizables; son cálculos individuales que, como tales, no pueden ser sometidos a un juicio sumarísimo que englobe al conjunto, tan diverso, de la humanidad", concluye Urraco.