Miles de personas conviven cada día con dolor. Y lo hacen porque en la mayoría de ocasiones su enfermedad no tiene cura. Artritis, artosis, reumas, etc impiden a mucha gente hacer su vida normal y que poder caminar más de dos minutos, recoger algo cuando se te cae al suelo o algo tan necesario como dormir, sea casi imposible.

«El dolor te altera el carácter», asegura Amelia, de 71 años, y sabe muy bien lo que dice pues padece de artrosis crónica en las dos caderas con pinzamiento en una de ellas. Eso le provocó quedarse enganchada sin casi poder moverse y con la operación para ponerle unas prótesis como única solución. Un día cogió un periódico y vio un nuevo tratamiento que estaba teniendo efectos positivos en casos como el suyo y decidió probar. «El doctor me dijo que no podía asegurarme mejorar un cien por cien, porque esto no se cura, pero aún así quise probar», cuenta.

El tratamiento del que habla Amelia forma parte de lo que se conoce como medicina regenerativa y se realiza con células madre extraídas del propio paciente. El encargado de llevarlo a cabo es el doctor José Luis Carbonell, director de la Clínica Mediterránea de Valencia, el único lugar en toda la Comunitat Valenciana donde se está aplicando por el momento.

El proceso consta de varias infiltraciones con células madre y Plasma Rico en Plaquetas (PRP). Las células se extraen de la propia grasa del paciente, generalmente del abdomen, por lo que al ser tejido propio, no hay riesgo de rechazo. Con la aplicación -que se realiza en el punto en el que el paciente sufre el dolor-, se logra regenerar el cartílago y los tejidos que se habían perdido. Los resultados, eso sí, varían según el punto de partida de cada persona y la dolencia.

«Yo puedo decir que he mejorado un 50 o un 60 por ciento. He logrado seguir siendo autónoma y a mis más de 70 años seguir viviendo sola. No es solo que me duele menos, es que he ganado en calidad de vida», asegura Amelia mientras pasea recta como una modelo, algo que no podía hacer hace seis meses.

Sin embargo, aunque lo pueda parecer, este tratamiento no es milagroso, avisa el doctor Carbonell. «Con este tratamiento no se cura la artrosis, pero si hace que vaya más lenta. Conseguimos una respuesta positiva en el 85 por ciento de los casos, casi el 90, pero el tiempo que tarda en hacer efecto y el grado de mejora varía según la persona», explica y cuenta que él mismo ha probado el tratamiento en sus rodillas con un éxito de entre el 40 y el 50%, «pero he podido volver a jugar al fútbol con mis hijos».

Son sobre todo pequeños gestos que pueden recuperar lo que más agradecen las personas que han sido tratadas con estas infiltraciones de células madre, pues la mayoría de ellos llegan a la Clínica Mediterránea casi como última alternativa.

Es el caso de Amparo, de 59 años y con osteogénesis imperfecta, una enfermedad genética más conocida como huesos de cristal. «Hace 30 años que tengo artrosis, he tenido muchísimas fracturas y, tras tener a mi hijo, se me quedaron las vértebras aplastadas. Además, tengo la rodilla deshecha pero debido a mi enfermedad no pueden operarme para ponerme una prótesis», apunta. Para ella la medicina regenerativa ha supuesto dejar de lado 25 años de dolores y una movilidad limitada. «Desde la primera inyección de células madre ya noté la mejoría y ahora que he acabado el tratamiento puedo decir que estoy un 80 por ciento mejor», afirma, «me han desaparecido los pinzamientos, tengo más estabilidad al andar y más fuerza cuando me levanto». También, añade, «ahora puedo ir de excursión sin que se inflame y no me tomo ningún analgésico».

Su caso es uno de los que más orgulloso se siente el doctor, ya que, debido a sus huesos de cristal, no estaba claro cómo reaccionaría el cuerpo de Amparo. Pero, precisamente, uno de los puntos fuertes de este tratamiento es que no tiene efectos secundarios. «Puede tener más o menos efectividad, pero ya está, peor no se van a quedar», señala director de Clínica Mediterránea, «en el tiempo que llevamos aplicándolo hemos aprendido muchas cosas, por ejemplo, yo ahora soy muy crítico con pacientes con un grado avanzado de artritis o artrosis y les diría que no les garantizo un buen resultado».

José, a sus 77 años, tenía claro que iba a ser difícil «arreglarlo», pero el «fortísimo» dolor de rodilla que sufría y que le impedía incluso conciliar el sueño por la noche bien valía probarlo. «Sabía que cien por cien bien no me iba a quedar, me lo explicaron, también por los kilos de más, pero llevaba más de diez años así, no podía dormir en ninguna posición y ahora, tras el tratamiento, no he notado una mejoría completa, pero vuelvo a dormir y ando más que antes, me siento mejor», dice.