Que hoy sea el Día Internacional del Yoga es gracias a las dotes persuasivas con la ONU de Narendra Modi, primer ministro indio. A través de este reconocimiento, una vez al año, se producen numerosas concentraciones meditativas por todo el Planeta. Desde San Francisco a La Vila. Como todo fenómeno de masas, la individualidad puede diluirse, cuesta llegar más al estado meditativo. El sociólogo francés Gustave Le Bon reflexionó, hace aproximadamente un siglo, sobre las dinámicas sociales. "Un individuo en una multitud es como un grano de arena que el viento mueve como quiere". Le Bon atribuyó a la masa un efecto de despersonalización, que puede verse reflejado en la actualidad en los fenómenos de la moda de la ropa y las redes sociales.

Volviendo al tema que centra nuestras miradas, el yoga que se expande en la actualidad por Occidente es, sobre todo, físico. Hace años, era una práctica íntima, que abogaba por el estado de quietud. De hecho, Patañjali (200-150 a. C.), fue un sabio que escribió casi doscientos aforismos sobre cómo encarar pensamientos y síntomas corporales molestos. En ese libro, Yoga Sutras, apenas se subrayan posturas. De ahí que existan modalidades como Bhakti, una opción para afrontar las crisis diarias con devoción. «Este amor no puede ser reducido a ningún beneficio terrenal mientras perduran los deseos mundanales», según el erudito Rishi. El Bhakti es contemplativo, de respeto hacia todo lo que rodea a cada persona.

En otro orden de cosas, están Hatha, Kundalini, Ashtanga y Vinyasa. Son físicas. A la hora de hacer asanas, realizar posturas, es importante tener en cuenta tres factores: inmobilidad, relajación y duración. Esta evolución se originó en Occidente gracias a la influencia de maestros yoguis, procedentes de La India después de la agresividad que promovió la Segunda Guerra Mundial. El objetivo fue alcanzar el ahimsa (no violencia) con la idea de generar lazos humanos. En La India tienen muy presente que yoga significa yugo, que etimológicamente deriva de la raíz «yug» y representa «unión». La búsqueda de la comunión, de la liberación, precisa disciplina. No hay camino consciente sin acción. Su práctica posibilita alcanzar el equilibrio.

Parece sencillo pero no lo es. El yoga requiere atención, por encima de todo, para disfrutar del presente, sin darle excesiva relevancia a la evolución postural. Es decir, que es posible que mucha gente sienta frustración por no evolucionar, ya que apenas se notan mejoras de flexibilidad. Es cuestión de constancia y paciencia. La clave, estar concentrado en cada movimiento. Para facilitar esto último se emplean los mantras. Así se disipan pensamientos negativos, se accede a la relajación y se acaba elevando la consciencia. Más allá del lucimiento en Instagram, se trata de una moda enriquecedora. Necesaria.

Miriam, Estefanía, Toya y Sara, rendidas al yoga

Cuatro mujeres que han practicado yoga en Alicante, en alguna ocasión o por costumbre, como maestras o aprendices, reflexionan desde una perspectiva íntima:

Pregunta: ¿Qué te aporta la práctica del yoga?

Miriam Jareño: Me ayuda a calmar la mente, a través de la toma de conciencia del cuerpo y el control de la respiración. También a aceptar, con la practica, mis propias limitaciones.

Estefanía Torregrosa: Comencé hace casi veinte años porque tenía dolores de espalda, niveles de ansiedad muy altos y buscaba una forma natural de poder controlarlos. Me ha aportado salud física, bienestar, sabiduría, autoconocimiento, control mental, emocional y me ha convertido en una mejor persona.

Toya Sirvent: Cuando termino siento que estoy menos estresada. Y en esa sensación de mayor tranquilidad ayuda que el maestro finalice las sesiones con algún relato evocador.

Sara Carrillo: Me aporta un encuentro con mi ser, con el silencio, con el cuerpo, con la respiración, con los movimientos conscientes. Todo eso me llena de calma y de un profundo bienestar interior.

Pregunta: ¿Practicas una modalidad más física o más meditativa?

Miriam Jareño: Actualmente, practico Asthanga (dinámico) y también me gusta hacer clases de Iyengar (un yoga más terapéutico que me permite corregir las posturas y alinear el cuerpo, para evitar lesiones y conseguir los máximos beneficios de cada asana).

Estefanía Torregrosa: A nivel de un yoga más físico puedo dedicarme a una práctica más fluida y dinámica basada en el Vinyasa, una práctica de asanas estática. El yoga te enseña a escucharte, a ser honesta y a saber que es lo que necesitas en cada momento. Lo que no debemos olvidar es que la finalidad del yoga físico es llegar a un estado de meditación, mediante el control del cuerpo y la respiración. Si no hay meditación no hay yoga.

Toya Sirvent: El yoga que hago es Iyengar, que emplea materiales como sillas, cinta y ladrillos para que seas más consciente de adonde tiene que llegar la postura. Es decir, es más postural que meditativo. Por ejemplo, trabajas la columna con la ayuda de un compañero, que te ayuda a ir más allá, a ser consciente de adonde puedes llegar.

Sara Carrillo: He competido en voleibol y atletismo. De ahí que tenga mi parte más física, más activa, más dinámica, pero también me encantan esas prácticas suaves que te conectan con el interior.

Pregunta: ¿Cuánto tiempo le dedicas?

Miriam Jareño: Intento asistir a clases guiadas al menos 3 veces por semana y hacer mi práctica personal cada día, aunque sólo sea 15 minutos. Y no siempre lo consigo.

Estefanía Torregrosa: Mi día a día consiste en impartir clases de yoga, preparar clases de yoga, escuchar música relacionada con el yoga, colaborando con asociaciones. Para un yogui todo en esta vida es yoga. Cuando ofreces una ayuda desinteresada estás practicando Karma Yoga; la devoción es Bhakti Yoga? Puedes hacer de cada acción cotidiana una práctica meditativa y espiritual. La práctica puede durar dos horas y media o 10 minutos. Lo importante es ser constante.

Toya Sirvent: Normalmente, voy dos veces por semana a clase. Es cierto que, como sienta tan bien para el cuerpo, iría todos los días.

Sara Carrillo: Hay una confusión sobre que el yoga es pasar una hora en la esterilla, en la que respiras y te relajas. El yoga es mucho más. Es un camino, una filosofia de vida, es aquietar la mente, tenerla presente, abrir tu corazón.

Pregunta: ¿En qué posturas alcanzas mayor equilibrio?

Miriam Jareño: Practico una modalidad mas física, pero es mi forma de meditar también a través de las asanas y control de la respiración. Cuando conectas con la práctica, la mente se calma y aceptas.

Estefanía Torregrosa: Me va bien un yoga más físico, más demandante. Utilizo mi cuerpo para llegar a ese estado meditativo que es el yoga en si mismo. Siempre desde una actitud de suavidad y de no violencia (Ahimsa) hacia mí. Con posturas de pie, mantenidas en el tiempo, me siento cómoda.

Toya Sirvent: Me gusta evolucionar en las posturas boca abajo, como por ejemplo Sirsasana, hacer el pino con los antebrazos, y sarvangasana, también conocida como la vela.

Sara Carrillo: Me equilibran mucho las posturas invertidas. Me llevan a un estado de calma interior que me reconectan y me ayudan una barbaridad para la meditación.

Pregunta: ¿Notas que tu respiración es más lenta y profunda?

Miriam Jareño: En algunas de las posturas de pie como los guerreros y algunas sentadas. Durante la práctica, cada vez conecto más con la respiración. En mi día a día, a veces, se me sigue olvidando respirar.

Estefanía Torregrosa: Debería serlo, aunque no siempre es así. Durante la práctica, en todo momento, la respiración debe ser lenta y profunda, si no es así algo está fallando, pero a veces pasa, si esto ocurre simplemente se trata de observar y permitir que la respiración vuelva a su estado natural, lo más suave posible.

Toya Sirvent: En teoría, la respiración es importante en todas las posturas pero es una de las cosas más difíciles de conseguir.

Sara Carrillo: Claro que sí. Con práctica, práctica y más práctica, la respiración se alarga y tu interior se transforma.