Son rasgos que se adscriben al anciano en las sociedades occidentales modernas ser: viejo (en sentido despectivo), inútil, feo, incapaz, estorbo, pesado, carca o retrogrado, dependiente, antiguo, deteriorado o acabado. Sin embargo y, aunque no lo hacemos, les son propios: experiencia, sabiduría, reflexión, disponibilidad de tiempo y de posibilidades, libertad, paciencia y generosidad; de hecho: nos abrieron el camino, a veces nos lo dieron todo y les debemos lo que tenemos. Probablemente esos sesgos en la valoración se deben a los rasgos de la vida en nuestras sociedades, que se orientan más a hacer o tener que a ser o estar; a la eficacia, eficiencia, más que al esfuerzo o el mérito; mas a lo material que a lo espiritual; a la belleza externa más que a la profunda; a los resultados en vez de al proceso. Vale más la inmediatez, rapidez que la serenidad o la reflexión; el consumo o el despilfarro que la parquedad o la moderación. Y en todos esos ítems los ancianos salen mal parados.

Algunas ideas acerca del envejecer: La senectud es el equilibrio, serenidad, satisfacción por el pasado, por lo hecho y lo vivido. Es asentarse. Cuando eres joven aprendes, pero cuando eres viejo entiendes. Los ancianos son las raíces de la sociedad, y la senectud es el tiempo de la cosecha. De hecho, constituyen la mayor y la más minusvalorada reserva de energía humana aún por explotar.

El tiempo es fugaz y eso te enseña. Al envejecer tu vida se enriquece porque aprendes que te basta con lo que tienes. Al madurar el oro pierde su brillo y descubres que el dinero solo te permite conseguir juguetes caros. Madurar es renunciar a lo que es excesivo y deleitarte con lo que es suficiente.

Son muchísimos los que triunfaron siendo viejos: Teresa de Calcuta, Einstein. Hemingway, Juan Pablo II, Gandhi, Washington, Mandela, Picasso, Cousteau, Pau Casals, Pio Baroja, Valle Inclán, Azorín, Ortega y Gasset, Marañón, Lao-Tze, Mao, el Dalai Lama.

Piense que no hay ningún recordman de los 100 metros lisos viejo, pero tampoco ningún presidente de USA adolescente: Y si lo piensa dos ancianos venerables Stephan Hassel y José Luis San Pedro han sido medio ideólogos de la indignación de los jóvenes en los últimos meses en España. Y aquí, aunque jubilamos a nuestros médicos a los 65 años, los expertos, para operar al Rey emérito buscaron a un médico de 72 años.

Piense lo que otros le dicen: Todos esperamos llegar a viejos, pero nos da miedo la vejez, ( J. de la Bruyere). La vida es lo que sucede mientras hago otra cosa, (John Lennon). Decía Picasso: Ser un buen anciano exige mucho tiempo de aprendizaje. Los jóvenes conocen las reglas, los ancianos las excepciones. Oliver Wendell.

Lo que envejece bien tiene mucha calidad: la madera vieja es la mejor para quemar, El vino viejo es el mejor para beber, los amigos viejos son los mejores cuando hay que confiar, los autores antiguos son los mejores para leer.

Conviene reflexionar que: cuando decrece la visión física se agudiza la visión espiritual, es decir, la capacidad de penetrar en el significado interior de las cosas. Saber envejecer es una obra maestra de la sabiduría, y uno de los componentes más difíciles del gran arte de vivir. De hecho, la edad te lleva a un punto en el que no existe otro lugar al que acudir en busca de consuelo que el interior de uno mismo, o apreciar la riqueza de las cosas que realmente cuentan. Envejecer es un cambio, en el que desaparecen las cosas habituales, a veces queridas. Hay que negarse a vivir en el pasado. Es el ahora.

Un punto fuerte del anciano es la sabiduría, los saberes (que es lo que permanece cuando concluye una experiencia). Es bueno que el anciano concentre su atención en los mejores ideales: asumir el rol de pensador, filósofo, polemista, interrogador. A veces la vida hace que gente experimentada se mueva en un mundo que no sabe dónde ir. Los ancianos saben muchas cosas, entre ellas que la fuerza no es la mejor manera de ganar seguridad, que el dinero no siempre resuelve los problemas y que la corrupción socava los cimientos de la sociedad. Saben cuestionar si todo lo que puede hacerse debe hacerse. La vejez es un filón de verdades aprendidas, a veces con esfuerzo.

Todos, y también los ancianos tenemos barreras, dificultades o limitaciones, lo que les debe ayudar a ser humildes, a tener paciencia, a ser perseverante, tenaces. Y hacer que los demás se involucren. Pero las limitaciones de la edad no son excusa para no ser persona en un mundo que necesita verdades, coraje, visión y posibilidades. El mayor problema del anciano es sucumbir a las limitaciones. La soledad es el nuevo monasterio del anciano. Y con frecuencia no es elegida. A veces se asocia a aislamiento o separación, pero favorece el recogimiento y permite repensar la vida.

La ancianidad, a pesar de la decadencia de las propias facultades, es fácil de sobrellevar por el valor de los recuerdos. Conviene elegirlos y no convertirlos en una carga. Para el anciano el futuro es un estado mental: unos dicen «no estoy para esas cosas» y otros empaquetan y se van a la India, a iniciar nuevos proyectos. En esa etapa el futuro es el ahora, que es lo que te queda de vida. No hay que preparar el futuro. Sería muy inteligente vivir toda nuestra vida así. No se está acabado para la vida. En cualquier momento la mejor etapa de tu vida es en la que te encuentras. De hecho, la actitud es clave: El peligro de la vejez es que empecemos a actuar como ancianos. Perder experiencias es aislarse y las actividades propias de la vejez, son todas; dependen más de la estructura mental que de la condición física.

Valore a los ancianos. Lo merecen, y es posible que un dia usted lo sea.