Aunque es difícil conocer la prevalencia real, se estima que más del 30% de la población podría padecer molestias por una mala digestión de la lactosa, un problema que les lleva a eliminar de su dieta y todo tipo de productos lácteos.

Sin embargo, no es necesario llevar una dieta de evitación estricta de estos alimentos, el yogur dentro de la alimentación diaria de esta población ayuda a digerir la lactosa y reduce las molestias, tal y como señala una revisión de estudios científicos, publicada por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés).

Concretamente, el organismo europeo hace esta recomendación en referencia al análisis de 14 investigaciones, por parte de un reputado Panel de Expertos, quienes concluyen que existe una relación de causa y efecto entre el consumo de yogur y una mejor digestión de la lactosa que contiene.

¿Por qué se produce este efecto tan beneficio? El yogur tiene una cantidad de bacterias beneficiosas ('Lactobacillus bulgaricus' y la 'Streptococcus thermophilus'), microorganismos benignos que producen ácido láctico al final del proceso de fermentación que proporcionan ventajas que mejoran la asimilación y, por tanto, la digestión de la lactosa, evitando así los incómodos problemas que sufren los maldigestores.

No todas las personas que no asimilan bien la lactosa se ven afectadas del mismo modo, por eso el principal problema en esta población es la inespecificidad de los síntomas.

Ante la falta de unos síntomas claros y cansados de molestias recurrentes, muchos de los afectados terminan por imponerse una dieta restrictiva de lácteos que, además de no ser la mejor opción dentro de una alimentación saludable.

No se puede olvidar que, por sus características nutricionales, los lácteos son alimentos básicos, equilibrados y completos en composición de nutrientes, aportan proteínas de alto valor biológico, grasa, lactosa, minerales y vitaminas liposolubles.

Además, y quizá lo más importante, son la principal fuente de calcio y vitamina D, ambos nutrientes son necesarios para ayudar a mantener una correcta densidad osea. Por esto tener un problema a la hora de digerir la lactosa no debe en ningún modo conllevar su eliminación de la alimentación diaria.Por qué se produce la maldigestión

Es importante saber que la lactosa es un tipo de azúcar que se encuentra de manera natural en los productos lácteos. El problema surge cuando se produce la absorción de estos azucares en el intestino delgado, donde se encuentra la lactasa, una enzima encargada de transformarla en glucosa y galactosa, ambos azúcares se metabolizan en el cuerpo para conseguir energía.

Si la lactasa no absorbe bien la lactosa se produce la maldigestión. No es preocupante, de hecho a medida que se envejece se produce una disminución normal de su actividad de la lactasa. Lo que para la población general tampoco suele ser un problema ya que solo se necesita el 50 por ciento de actividad para digerir la lactosa.

Y, en cualquier caso, investigaciones como la de Agencia Europea de Seguridad Alimentaria llevan años confirmando que esta población puede y debe seguir consumiendo lácteos, aunque con prudencia, de manera fraccionada y teniendo un control de la ingesta, ya que la cantidad de lactosa que contiene la leche no es igual que la del yogur o el queso, y que la tolerancia a la lactosa varía mucho entre la población que se ve afectada.

Así cada persona debe encontrar su equilibrio, conocer cuál es su nivel de tolerancia y qué productos puede consumir. Por ello, a la hora de elegir el lácteo más adecuado debe conocer qué cantidad de lactosa tiene cada uno. Por ejemplo, un vaso de leche puede contener los 12 gramos recomendados mientras que el yogur no supera los 4 gramos, algo por encima del queso fresco que son unos 3,5 gramos de lactosa.

Precisamente, porque se puede tomar en pequeñas cantidades, el yogur vuelve a ser una de las alternativas para esta población. Además, y quizá lo más importante, contiene bacterias vivas que durante el proceso de fermentación del yogur, rompen la lactosa y logran reducirla. Además los fermentos llegan vivos al intestino, donde ayudan a continuar digiriendo su lactosa restante.

Además, su capacidad amortiguadora permite que la bacteria sobreviva la acidez del estómago, y la bilis en el intestino delgado permite la lactosa penetre y sea digerida. Además, su consistencia espesa permite más tiempo de actuación para la lactasa intestinal residual y para las bacterias del yogur.