caba de conmemorarse el 50 aniversario de la apertura del, en su momento, Sanatorio Nacional Cardiovascular y hoy Hospital de San Vicente y es una buena razón para analizar de qué modo, las decisiones políticas, han influido en su nacimiento y transformación y voy a hacerlo con simples pinceladas porque así lo exige la limitación de espacio.

El hoy Hospital de de San Vicente se proyecta como Sanatorio Antituberculoso al final de la década de los años 50 del pasado siglo, siendo el doctor Antonio Barbero Carnicero uno de los padres de la idea. Entonces la tuberculosis, en su localización pulmonar, es una enfermedad con una alta incidencia y contagiosidad. Sin medicamentos eficaces, su tratamiento suponía largas estancias en Sanatorios como los que describe Thomas Mann en su Montaña Mágica y San Vicente se consideró lugar adecuado para su ubicación.

En el tiempo que transcurre entre el proyecto y la terminación de la obra, hacen su aparición medicamentos como la Estreptomicina, las Hidrazidas, el PAS y muy pronto otros medicamentos que permiten curar la enfermedad, negativizar los esputos y, consecuentemente, alejar el peligro del contagio. Quedan como innecesarios y obsoletos los famosos sanatorios antituberculosos.

Ante esta nueva realidad, se decide dedicar aquel nuevo edificio a otro tipo de enfermedades que tuvieran como justificación de su existencia y ubicación un clima como el de San Vicente. La experiencia de países como Alemania, donde este tipo de centros sanitarios gozaban y siguen gozando de un gran prestigio y aceptación, caso de Bad Nauheim y otros similares, pudo ser un ejemplo a imitar y la opción del tratamiento y rehabilitación de enfermedades cardiovasculares pudo parecer un destino ideal.

Bautizado como Cardiovascular, el nuevo Sanatorio fue pronto un hospital pionero para su época. Dispuso de una de las primeras Unidades Coronarias de España, de una Unidad de Hemodinámica y cateterismo cardíaco así como del proyecto inacabado de una Unidad de Fisiopatología Respiratoria.

Por una decisión política, se suprime el PNA y ET siendo sustituido por otro Organismo Autónomo, que se denominará AISNA (Administración Institucional de la Sanidad Nacional) que engloba a todos los centros del extinto PNA y ET y, entre ellos, el Cardiovascular. Los hospitales de la AISNA continúan como una red autónoma, independiente y no coordinada con la que empieza a organizarse en la Seguridad Social que sufraga la estancia de los pacientes en los hospitales de la AISNA solamente si se cumplen ciertas y previamente pactadas condiciones económicas que no llegan a cubrir ni los imprescindibles gastos de personal. Se hace inevitable cerrar ciertos servicios como la Unidad Coronaria o la todavía no terminada Unidad Respiratoria e incluso se desmantela y traslada el equipo de Hemodinámica a otro hospital.

Otra decisión política transfiere las competencias de Sanidad a las Comunidades y el Cardiovascular pasa a depender de los responsables de la Sanidad en la Generalitat Valenciana. Con ello no se consigue un cambio a mejor, incluso todo los contrario. Los equipos directivos siguen nombrándose tan discrecionalmente como antes, y ya en plena etapa «democrática», prevalece el mérito de afinidad del designado con la opción política gobernante en cada momento. Se cambia la denominación inicial por Hospital de San Vicente.

Ya en el presente siglo, una vez más, una nueva intervención política, tomada por un reducido grupo de personas, decreta el nuevo rumbo y orientación del antiguo Cardiovascular, resolución en la que no participó su personal, al menos el médico. Sin un razonable, serio, participativo y constructivo análisis sobre el mejor y más razonable uso que se podía dar al Hospital, teniendo en cuenta la experiencia y específica orientación hasta ese momento, se toman decisiones difícilmente compresibles como la creación de una nueva jefatura de Servicio a la que se subordinan todas las existentes hasta ese momento y, entre otras medidas, se bloquea y paraliza la instalación de una Unidad para el estudio de la Patología de la Apnea Obstructiva del Sueño, cuando ya había sido aprobado el gasto correspondiente y cuando el carácter crónico de esa enfermedad y su preponderante componente respiratorio encajaba perfectamente en un hospital como el de San Vicente.

Dejo que el lector perspicaz saque sus propias conclusiones y valore, hasta qué punto, las decisiones políticas, o mejor dicho, de los políticos de turno, han condicionado el devenir del antaño Sanatorio Nacional Cardiovascular y hoy