El síndrome de las piernas inquietas, o enfermedad de Willis-Ekbom en su más reciente denominación, es una enfermedad neurológica que se manifiesta por la presencia de una necesidad imperiosa de movilizar las extremidades inferiores pero también las superiores.

Según explica a Infosalus el doctor Diego García-Borreguero, miembro de la Sociedad Española del Sueño y expresidente de esta entidad, el síndrome de piernas inquietas supone un grave deterioro en la calidad de vida pues ocasiona grandes dificultades para dormir, el paciente se despierta cada poco tiempo, pasea por la habitación, se da masajes para evitar esta sensación para ellos tormentosa, se ducha con agua fría o incluso hace bicicleta con el objetivo de aliviar los síntomas.

Enfermedad de Willis-Ekbom

En la Enfermedad de Willis-Ekbom, para la que aún existen muchas incógnitas por despejar, no existe dolor sino pinchazos que el paciente encuentra difícil describir. La aparición de los síntomas se produce sobre todo por la noche y en situaciones de inmovilidad en las que no hay actividad física y el movimiento es para los pacientes una necesidad imperiosa para encontrar alivio. "El movimiento enmascara los síntomas, constituye una muleta para el paciente", señala el especialista.

A pesar de que la enfermedad es conocida por la imposibilidad de dormir que ocasiona en los pacientes no es una enfermedad ligada al sueño. No se trata de una enfermedad como la apnea del sueño que se produce cuando se duerme sino que se presenta en ausencia de movimiento y esto se acentúa durante las horas de sueño. Los pacientes van a consulta porque no pueden dormir, creen que su problema es el insomnio cuando en realidad lo que padecen es una hiperactividad que les impide el descanso.

"La primera víctima del trastorno es el sueño, con frecuencia las personas duermen poco y sufren las consecuencias de ello, además tienen dificultades en muchas actividades de la vida diaria como ir al cine o al teatro, ir de viaje en coche o avión, sentarse a leer", señala García-Borreguero, uno de los especialistas que mejor conoce la enfermedad dentro y fuera de nuestras fronteras.

Además de alterar mucho la calidad de vida de estas personas, los datos muestran que produce un incremento de su riesgo cardiovascular y facilita la hipertensión y el ictus por la falta de sueño o por la hiperactividad del sistema nervioso simpático.

Los factores de riesgo del síndrome de piernas inquietas son ser familiar de alguien con la enfermedad, ser mujer (es ligeramente superior la cantidad de casos entre las mujeres), sufrir insuficiencia renal, ferropenia o tomar determinados fármacos como los antidepresivos.

Para su diagnóstico se emplean pruebas de laboratorio del sueño, la más específica es el test de inmovilización que provoca síntomas para examinar la severidad del cuadro al medir la aparición de mioclonias en el paciente en reposo y al atardecer.

Piernas inquietas: déficit de hierro en el cerebro

La causa de la enfermedad está en el sistema nervioso central y sus síntomas son neurológicos como las alteraciones sensitivas y motoras. El síndrome de las piernas inquietas cursa en familias, de cada 10 pacientes, 7 tienen familiares de primer grado afectados. Son varios los genes que predisponen a padecer el síndrome y son más comunes en la raza caucasiana.

Es una enfermedad frecuente, pues se da en un rango del 2% al 3% de la población adulta aunque sólo está diagnosticado el 20% de quienes lo padecen y el resto de pacientes no diagnosticados con frecuencia suelen recibir un diagnóstico asociado a otros problemas como enfermedades de tipo reumático, ansiedad o del sistema circulatorio.

Causas de las piernas inquietas

Las teorías sobre su origen apuntan a factores genéticos que predisponen e intervienen en dos sentidos, una deficiencia de hierro cerebral y una alteración en el neurotransmisor dopamina. El déficit de hierro se encontraría en los depósitos cerebrales de hierro o en un mal funcionamiento de las proteínas que intervienen en el transporte del hierro en las células neuronales.

En este sentido, el especialista señala que la medición de hierro en la sangre periférica, aunque en valores bajos, no determina cómo se encuentran los depósitos cerebrales y que existen personas con tendencia a la ferropenia desde el nacimiento y que no padecen la enfermedad.

En cuanto a la alteración en la dopamina, se plantea la posibilidad de que exista una hiperactividad de este neurotransmisor en quienes sufren el síndrome. García-Borreguero indica que ambos problemas podrían estar relacionados e intervenir en la regulación del tono motor, la sensibilidad y el movimiento.

Objetivo: modular la dopamina sin riesgos

El trastorno, que aumenta con los años y puede manifestarse en la infancia, ha cambiado su denominación de forma reciente para pasar a conocerse como Enfermedad de Willis-Ekbom, en relación a los dos médicos más implicados en su descubrimiento.

Es una enfermedad crónica en la mayoría de ocasiones aunque se han descrito casos episódicos. Su grado de severidad es variable pero entre un 30% y un 45% de los casos es lo suficientemente severo como para necesitar tratamiento.

En su tratamiento en Europa se emplean tres fármacos que actúan sobre el mecanismo de los agonistas de la dopamina como sustitutos de la dopamina. Sin embargo, el tratamiento está cambiando y ya no se considera primera elección el agonista dopaminérgico sino que también se plantea actuar sobre los canales de calcio a través de los fármacos moduladores alfa2-delta como la gabapentina.

"Las próximas reuniones internacionales podrían ya concluir que el tratamiento inicial no fuera con dopaminérgicos y que éstos fármacos se aplazaran pues existe una complicación asociada que supone un agravamiento del cuadro de piernas inquietas", concluye García-Borreguero.

La opción sería posponer el tratamiento con dopaminérgicos, combinarlos con otros fármacos con distinto mecanismo de acción y en cualquier caso exponer al paciente el menor tiempo y dosis posible a estos medicamentos que actúan sobre la dopamina.