La familia es un sistema compuesto por miembros de diferentes edades, sexos y generaciones que comparten normas, formas y expectativas y cuyos integrantes están unidos además por la intimidad y el afecto. Fijar límites saludables en la convivencia puede ayudar a que las relaciones con la familia política, pero también con la biológica, lleguen a buen puerto sorteando las inevitables tempestades.

Según explica Laura Rojas-Marcos, psicóloga y autora de 'La familia. De relaciones tóxicas a relaciones sanas' (Grijalbo, 2014), la familia biológica y la política nos son impuestas ya que no las elegimos como sí hacemos con los amigos o la pareja y esta imposición podemos aceptarla o resignarnos a ella pero en cualquier caso requiere de un proceso de adaptación.

La autora señala en su texto sobre la evolución de la familia en Occidente desde el pasado siglo que ésta ha pasado de ser una estructura jerárquica y rígida, en la que el hombre prevalecía en su totalidad sobre la mujer, a una estructura familiar más flexible y en la que existe una mayor igualdad entre los sexos.

Dentro de este modelo general, la psicóloga señala que existen familias más abiertas a cambios y otras más rígidas, en las que en sus formas más extremas suele existir un modelo basado en un uso del poder muy intenso y que hace difícil conversar, expresar y escuchar ideas y deseos y la expresión de los sentimientos. En estos casos se contrapone la moderación de ser riguroso y ordenado frente exigencias y demandas excesivas.

"En las familias más rígidas existen más conflictos frente al poder familiar y más relaciones tóxicas mientras que las más abiertas, a pesar de mantener una estructura y un orden en los mensajes y expectativas, se adaptan mejor a los cambios familiares que se suceden a lo largo de la vida", señala Rojas Marcos.

Claves para frenar las relaciones familiares tóxicas

Los motivos de conflictos se fundamentan en la lucha de poder, el sentimiento de derecho y la falta de límites. Las personas que no saben dónde están los límites no tienen en cuenta las necesidades de la otra persona. Según apunta Rojas Marcos, en la mayoría de los casos se echa la culpa a la familia política cuando existen muchas ocasiones en las que la pareja no permite que esta esfera de la vida de su compañero se integre en en el día a día.

"Somos seres territoriales y posesivos, si nos sentimos invadidos reaccionamos y podemos expresarlo con palabras o gestos pero de no ser así se termina interiorizando y se crean sentimientos de rechazo que finalmente conducen al distanciamiento, la falta de interés o a una explosión emocional no deseada", aclara la autora.

Rojas-Marcos apunta algunas claves de la comunicación y las habilidades sociales para que la relación con la familia política y biológica progrese desde las situaciones tóxicas a una convivencia más amable:

Empatía: ponerse en el lugar de la otra persona y ser sensible al otro facilita las relaciones, pero esto no significa ser sumiso y ceder cuando no se desea hacerlo. Escuchar al otro supone además estar preparado ante la posibilidad de no llegar a un acuerdo sobre las ideas y concluir que es posible este desacuerdo y convivir con respeto a pesar de ello.

Respetar los espacios y los tiempos: esto supone tener capacidad para tolerar la frustración y estar preparado para aceptar un no. "En las relaciones familiares se dan por hecho cosas en las que no existe acuerdo. Si se entra sin avisar en casa de un hijo o se hace una llamada a destiempo hay que estar preparados para recibir una respuesta que puede no gustarnos y que marque los límites de la relación".

Cuidar las formas: es muy importante expresar lo que uno piensa con educación y al hacerlo ser considerado con el otro. La psicóloga ha acuñado el término ficticio de 'sincericida' para hacer referencia al familiar que dice todo lo que piensa sin filtros, que considera su percepción por encima de cualquier otra y que por ello puede crear muchos problemas en las relaciones familiares.

Para neutralizar estas actitudes tóxicas Rojas-Marcos sugiere poner límites, no perder el control, transmitir que lo que se está diciendo ocasiona dolor emocional y tomar distancia emocional ya que, si no se actúa, al final estas personas son capaces de llevarnos a su terreno dando lugar a situaciones muy desagradables.

Ser asertivo: frenar las luchas de poder, la invasión del espacio íntimo o modular el sentimiento de derecho que algunas personas de la familia muestran pasa por poner límites, algo que se consigue si se emplea la asertividad en la comunicación.

"Decir 'no puedo' o 'no quiero' forma parte de una actitud asertiva que en nuestra cultura latina no se domina tan bien como en la anglosajona en la que decir 'No' parece resultar más sencillo. Hay que sentirse seguro de uno mismo para decir 'No' y para tolerar la frustración que se genera cuando la persona no acepta este 'No' por respuesta", aclara Rojas-Marcos sobre esta habilidad social.

Las palabras mágicas 'por favor' y 'gracias': son expresiones de amabilidad que ayudan mucho a poner educación en las relaciones personales. "Con el 'por favor' expresamos consideración hacia la persona y al dar las gracias valoramos el esfuerzo de un gesto amable o de consideración hacia nosotros", apunta la psicóloga, que en su texto expresa cómo ambas expresiones ayudan a fortalecer las relaciones personales y a estrechar los lazos mostrando respeto por el tiempo, el esfuerzo, , la consideración y el trabajo de otro.

Paciencia: esta habilidad está asociada a la tolerancia a la frustración que va unida a la capacidad para esperar. Las personas impacientes suelen ser impulsivas y actuar más que pensar, lo que lleva en muchas ocasiones al conflicto. Si bien es importante reflexionar antes de ocasionar un enfrentamiento, debemos ser conscientes de que somos seres emocionales, así que Rojas-Marcos apela a la necesidad de aprender a gestionar las emociones y adquirir habilidades comunicativas para elegir bien las palabras que se vierten en una relación.

La psicóloga concluye que frente a los 'vampiros emocionales' que existen en toda familia y que producen sensaciones de malestar y perjudican nuestra estabilidad emocional lo más importante es saber identificarlos y protegernos tomando distancia física y emocional.

"Siempre hay que intentar resolver y arreglar las cosas hablando pero cuando ya no se puede seguir hablando hay que tomar una decisión y aceptar lo que va asociado a ella", concluye Rojas-Marcos sobre la relación con las personas más tóxicas de nuestro entorno.