La anhidrosis es la incapacidad de sudar de forma normal. Si el organismo no puede transpirar no puede enfriarse por sí mismo, lo que podría conducir a un exceso de calor e incluso a un golpe de calor con graves consecuencias. En la aparición del trastorno pueden intervenir múltiples factores, incluidos los genéticos, y su tratamiento implica tratar la causa subyacente, si ésta puede encontrarse.

Según explica la doctora Ana Rita Rodrigues, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la anhidrosis consiste en ausencia de transpiración ante un estímulo como el estrés, el ejercicio físico o el calor. Cuando la sudoración se ve disminuida aunque permanece se denomina hipohidrosis y, por el contrario, el exceso de sudoración se denomina hiperhidrosis.

La función del sudor es mantener la temperatura corporal, un mecanismo que se regula desde una estructura cerebral denominada hipotálamo y que a través del sistema nervioso autónomo simpático activa las glándulas sudoríparas ecrinas localizadas por el cuerpo. Cuando se produce un aumento de la temperatura que el organismo necesita regular se produce sudor, su evaporación ayuda a la termorregulación del cuerpo.

Si el organismo no puede regular la temperatura a través del sudor debido a la ausencia de éste los síntomas asociados varían en intensidad en función de la extensión de esta anhidrosis y de las condiciones de cambio de temperatura que deba afrontar el individuo. Sensación de calor, dificultades para respirar, mareos, debilidad, hipertermia, agotamiento físico y en los casos más extremos incluso la muerte son síntomas que se presentan cuando la termorregulación falla.

El aumento de temperatura de todos los órganos puede dar lugar a un shock térmico de diversa gravedad si no se pueden acceder a mecanismos para refrigerar el cuerpo alternativo, aunque sea en casos muy aislados.

Las causas de este trastorno son muy variadas, pudiendo ir desde anomalías genéticas, alteraciones neurológicas, de las glándulas sudoríparas por inflamación de la piel o tumores, hasta una disfunción de las vías nerviosas o el uso de determinados fármacos. Los trastornos neurológicos en los que puede aparecer son ictus, tumores, enfermedades neurodegenerativas o neuropatías.

La anhidrosis se trata dirigiendo la terapia farmacológica en realidad al trastorno de base y en concreto evitando las situaciones que conllevan un aumento de la temperatura, una opción esta última que es la única viable si es irreversible o no se puede tratar con fármacos.

Así, Rodrigues apunta que la prevención de las complicaciones en la regulación de la temperatura en estas personas pasa por evitar las condiciones de temperatura ambiente elevada, el estrés, no utilizar saunas y si se practica ejercicio ser de baja intensidad y al aire libre o bien optar por deportes acuáticos como la natación. También resultan de utilidad los aerosoles de aguas termales que permiten humedecer y refrescar la piel de forma puntual.

Diagnosticar la anhidrosis

La prueba diagnóstica más empleada es la técnica del yodo-almidón de Minor. Primero se aplica una solución yodada que se deja secar al aire para después espolvorear almidón de maíz sobre la zona a analizar. El almidón y el yodo, en presencia de sudor, producen una reacción que provoca la aparición de unos sedimentos de color púrpura, si no existe sudor la zona de piel estudiada se mantiene de color amarillo.

Según señala Rodrigues, especialista del Grupo Pedro Jaén, los síndromes a los que se asocia la anhidrosis suelen detectarse y tratarse en la infancia y existen casos en los que el organismo desarrolla una hiperhidrosis compensatoria asociada a la ausencia de sudor en otras áreas del cuerpo, por lo que el trastorno en la sudoración no pasa desapercibido.