Elaborar cada modelo de alta costura de Christian Dior (y de cualquier otra marca) es un largo y delicado proceso en el que se estrenaba el pasado enero Raf Simons, el nuevo director creativo de esa firma. Este diseñador, nacido en Neerpelt (Bélgica) hace 44 años, no tuvo demasiado tiempo para bucear en los archivos de la emblemática marca de costura francesa. Tras su nombramiento el 9 de abril, apenas le quedaban un par de meses para presentar su primera propuesta en la semana de la alta costura de París que iba a celebrarse en el mes de julio. En ese tiempo récord tenía que familiarizarse con el estilo de la firma y aprender a trabajar de una forma bien distinta a como se hace para el prêt-à-porter, y a la que no estaba en absoluto habituado.

Que lo eligieran descartando nombres tan prestigiosos, y con mucha más experiencia, como el de Alber Elbaz (Lanvin) o Riccardo Tisci (Givency) demuestra una gran confianza en su talento. Ya desde su primera colección para hombre llamó la atención de la prensa, expertos y colegas de profesión, con sus vanguardistas -que no extravagantes ni imposibles- propuestas, que se caracterizaban por un estilo preciso, incisivo, riguroso y arquitectónico.

Sus primeros trabajos como diseñador para mujer permitían ver que también acreditaba refinamiento y sensibilidad. Cualidades estas que le acercaban a Dior. Raf Simons decía que siempre le había considerado "el más grande de los costureros". Y plasmaba su admiración en esa primera colección de costura que presentó el pasado mes de julio en un palacete privado de París. El espíritu del auténtico Dior llenaba el ambiente, como pudieron apreciar invitados y expertos, actualizado con una mirada joven y contemporánea.

El proceso de elaboración de uno de los modelos de esa colección, el número 47 del desfile, es lo que se muestra en estas páginas. Se trata de un vestido blanco de fi esta en organza con bordados de muselina. Tanto estos, hechos con el método puntillista, como la mayor parte de las operaciones que requería este traje, y el resto de los 54 presentados, tienen que realizarse a mano en su mayor parte, condición indispensable para ser considerados de alta costura y poder presentarse en ese certamen. Claro que no tiene que ser el diseñador quien dé las puntadas.

En París todavía perviven algunos talleres de petites mains (que es como se denomina a las bordadoras y modistas que cosen a mano) y de otras técnicas artesanales que cubren las necesidades de las casas de costura y que no difi eren mucho de las que se usaban hace más de 60 años, cuando Christian Dior fundó su maison, en 1947.

El bordado de este vestido en concreto consiste en pequeñas piezas de muselina tintadas en nueve colores distintos, recortadas y yuxtapuestas, que producen un efecto degradado. Las cosieron las bordadoras de Safrane Cortambert, un taller independiente que fue fundado en una fecha relativamente próxima, 1989, y que trabaja para Dior, entre otras firmas.

Simons tuvo que familiarizarse también con los distintos talleres internos de Dior. Probablemente se sintió más cómodo en el de tailleur, por utilizar el término francés para el taller de sastrería, donde se realizan las partes más estructuradas de las prendas. No tanto en el de flou, donde se tratan los tejidos y efectos vaporosos, como la falda del modelo 47. El diseñador y sus colaboradores dibujan y hacen los esbozos de los modelos en su estudio, de donde pasan al taller en el que se va dando forma al diseño en el cuerpo de una modelo, primero con las glasillas (un tejido muy ligero empleado por las modistas para ver el efecto global) y más tarde con las materias definitivas.

Elaborar los modelos de la colección es sólo una parte del cometido del director artístico. Raf Simons debe supervisar todo el proceso de producción, pero también crear la atmósfera que mejor contribuya a definir el concepto estético de su trabajo. Una tarea para la que se requiere un cierto talento artístico -a menudo, el diseñador busca a los profesionales más adecuados y capaces de materializar sus ideas-. Abarca desde la elección de los accesorios, los maquillajes y la peluquería, hasta la escenografía y la música, a veces incluso la distribución y el estilo de las sillas donde se sentarán los invitados, o los grafismos de la invitación y la caligrafía del sobre.

En su puesta de largo al frente de la costura, Raf Simons quiso rendir un particular tributo al fundador plasmando la conocida pasión del modisto por las flores, que tanto le recordaban el jardín de la mansión familiar de Granville. Las estampaba Simons en algunos de los modelos, pero también cubrían las paredes de los cinco salones en que transcurría el desfile, en cada uno de ellos con un color y especies florales distintas.

Un trabajo que, en su conjunto, debió de satisfacer a sus jefes de LVMH, que añadieron a su cometido la dirección artística del prêt-àporter. Sustituía a Bill Gayten, ayudante de John Galliano, que había heredado el cargo de este después de que, en el 2011, el gibraltareño fuera fulminantemente despedido por unos desafortunados comentarios contra los judíos que hizo en un bar, visiblemente ebrio y en voz alta, y que fueron denunciados por las personas a las que fueron dirigidos.

El primer desfile de prêt-àporter de Simons, que tuvo lugar el pasado 28 de septiembre en el Hôtel des Invalides de la capital francesa, tuvo una enorme expectación. Y este también recibió la aprobación de la prensa especializada y otros profesionales de la moda por su acertada forma de fusionar el respeto a la idiosincrasia de la casa con la mirada del siglo XXI.