Los años noventa. Esa década en la que Nelson Mandela fue liberado tras 27 años de prisión, que vio el nacimiento del www (world wide web) y se enganchó a las series Seinfield y Friends. Un tiempo en que las mujeres, en lugar de los bebés, llegaban con un pan bajo del brazo. Claro que no es lo mismo un pan que una baguette. Las de Fendi no eran comestibles, pero alimentaban el ego de quien las llevaba y el deseo de quien engrosaba sus listas de espera. Irrumpieron en el panorama los it bags, metáfora para referirse a algo que en castellano no suena tan bien: el bolso como símbolo de estatus. Para compensar el minimalismo y la fiebre vaquera que dictaban las tendencias, para no echar de menos los excesos de los ochenta: esta soy yo y este es mi bolso de nailon de Prada, mi Speedy de Louis Vuitton, mi Saddle de Dior.