"¡Vuelta al cole!", exclama Irene Montero (Madrid, 1988) nada más cruzar la valla del Congreso de los Diputados. Es 2 de enero, ni un alma por los pasillos. Saluda a los guardias y a los ujieres: "Sí, los niños ya están gorditos". Han trascurrido seis meses desde que tuvo que salir disparada al hospital por un parto prematuro, entre la semana 29 y 30 de gestación. Abre la puerta de su despacho e informa acerca de un inesperado desorden que objetivamente no es tal. Revisa cada rincón y al rato exclama: "¡Jo, qué pena, Lidia! Pablo me ha matado la planta; tío, le voy a mandar una foto...".