Hay palabras que, más que expresivos segmentos de una cadena gramatical, son en realidad estados de ánimo. No una emoción transitoria, tan fácilmente identificada como despedida, sino una forma de estar. O mejor, de ser. Palabras que nos imponen un humor inmediato y tirano, que se sienten físicamente. No me refiero a la melancólica saudade lusa, ni a los anhelos desbordados del germánico sehnsucht.