Entre la fotonovela y el relato ilustrado, entre la película y el cómic, o entre la foto y la ilustración de moda, hay un abismo que no es profundo pero sí insalvable: el que separa al realismo de la imaginación. En una foto de moda hay personas de carne y hueso con rasgos propios que posan e intentan transmitir las emociones que les pide el fotógrafo, son actores y modelos que se imponen a la retina y que, cuando tienen duende, se convierten en estrellas a las que aspiran parecerse los/las adolescentes. En una ilustración, los seres y objetos dibujados se prestan a ser fantaseados no solo por la interpretación del artista, sino por la mirada del lector/espectador. Ambas formas de encarnar una idea, una creación, son útiles en la caprichosa industria de la moda y de la publicidad, y tienen sus edades de oro, que son cíclicas.