Se cuenta que Fellini, antes de rodar en Roma 'La Dolce Vita' (1960), estuvo siguiendo por la Via Veneto al fotógrafo Tazio Secchiaroli, el gran cazador de estrellas, ricachones y hasta monarcas que se juntaban por las noches en las terrazas de esa calle mítica. Una noche, el rey de Egipto montó una bronca que salió en primera plana de Il Giorno: Fellini ya tenía a su personaje; lo llamó Paparazzo (en dialecto, mosca cojonera), el fotógrafo que, con cámara y flash antediluvianos seguía al reportero de turno montado en una Vespa. En la película, Marcello Mastroiani encarna al cronista, elegante, con gafas y traje oscuros, melancólico, siempre oscilante entre el bien y el mal, el glamur y la decepción, mientras que su ayudante Paparazzo se centra en su trabajo de depredador de escándalos e intimidades. Sabía que una instantánea de una celebridad valía 3.000 liras, pero si la pillaba furiosa, in fraganti, el precio de la foto ascendía a un millón y pico.