Un efecto positivo de la catastrófica DANA de septiembre en la Bajo Segura ha sido el redescubrimiento de los caminos del agua, que no solo se limitan al río Segura en la comarca. Es el caso del río-rambla Abanilla o Chícamo. Sobre los mapas físicos es un afluente del río Segura. Pero la mayor parte del tiempo es una rambla sin agua, o cuando cuenta con algo de caudal continuo se pierde en una zona de sacrificio entre Redován y las acequias de riego y por pura evaporación nunca alcanza el cauce del Segura.

El año pluviométrico ha sido excepcional y las escasas fuentes que alimentan al río -en su espectacular nacimiento protegido como reserva fluvial en Macisvenda (Murcia), muy cerca de Barbarroja (Orihuela)- o la fuente de las Anguilas en Abanilla, siguen brotando en pleno mes de julio.

Esos aportes, junto a los drenajes de los cultivos regados por trasvase Tajo-Segura, que ocupan los márgenes del cauce desde los años ochenta, permiten que el río lleve un caudal continuo desde septiembre, a su paso por Benferri. Es más, lo conserva este mes de julio y ha estado provocando hasta hace unas pocas semanas problemas de inundaciones parciales, aguas abajo, en veredas y caminos de Redován. Hacía mucho tiempo que el agua no discurría con esa alegría aguas abajo de Benferri y el caudal se perdía entre acequias o la sui generis captación de un particular en el foso de una cantera abandonada de Redován -para revender el agua-.

Estos recursos hídricos son aptos para el cultivo de melón o tomates -que es lo que se plantaba a duras penas en el secano "mejorado" de Benferri y La Matanza (Orihuela) con estas aguas salobres antes de la llegada del Trasvase. Pero no para el monocultivo extensivo de cítricos, aunque sí se pueden ser reutiliza mezclada con aguas de mejor calidad.

La rambla-río discurre a lo largo de más de veinte kilómetros. Su cabecera ha sido protegidaporque conserva un hábitat muy poco transformado por el hombre, alimentado por un acuífero que conserva aguas de calidad, no contaminadas por la agricultura o sobreexplotación, en una de las zonas más áridas del país y con presencia de especies endémicas como la de rambla -un antecedente de la palmera datilera-, que puebla una cuenca comparada con paisajes como los propios de Palestina.

Que el Chícamo ha sido importante para todos los habitantes de su ribera -y no un barranco más- lo indica la presencia de restos de molinos harineros desde su nacimiento hasta las puertas del término de Benferri. O el de azudes, algunos muy importantes, para recuperar el agua para la agricultura. El más importante es el espectacular azud -barrera en árabe- de Benferri. Un muro de doscientos cincuenta metros que además de retener el agua para desviarla a Redován y la huerta ha prevenido durante siglos a Orihuela de la llegada de riadas.

Esta rambla provocó una descomunal avenida de agua en septiembre pasado que anegó el norte del casco urbano de Orihuela y buena parte del campo de Redován antes de alcanzar, por distintos cauces y la red de regadío de la huerta, el cauce del río Segura. Histórica porque en el último medio siglo la riada solo ha sido capaz de rebasar el talud en dos ocasiones: en 1987 y el pasado mes de septiembre. La fuerza del agua provocó daños en el azud. La Confederación Hidrográfica del Segura ha invertido un millón de euros para asegurar sus paredes y limpiar el lecho del cauce. Algo que ha contribuido también a redistribuir los caudales -sin encharcamientos-. Aguas abajo la riada dejó una imagen par la historia: cientos de vehículos sin estrenar, que estaban aparcados en una zona de influencia del cauce de la rambla flotando en las inmediaciones del Polígono Industrial Puente Alto. Desafortunadamente y pese a los problemas que genera históricamente la rambla la CHS ha sido incapaz de deslindar su cauce, presionado por los ayuntamientos y los intereses del sector agrícola e industrial y se limita a actuar en lo que considera dominio público.

El impacto de la riada hubiera sido todavía más catastrófico si en los años sesenta no se hubiera construido una derivación en termino municipal de Abanilla. Un canal que fue capaz de desviar hasta el embalse de Santomera doscientos metros cúbicos por segundo -luego el pantano tuvo que ser desembalsado por la vía de urgencia y sus aguas terminaron en el Segura, lo que seguramente tuvo un papel determinante en la rotura del cauce en Almoradí-. Pero solo la avenida que sí llega hasta Benferri y Orihuela supuso una aportación de casi 20 hectómetros cúbicos en un día y medio. Un factor que sí influyó para que los daños fueran mayores es el abandono de los azudes que de forma histórica laminaban el agua entre Abanilla y Benferri, y que han resultado dañados.

El Ayuntamiento de Redován ha cuestionado la llegada de esa agua desde la rambla de Abanilla. Sin embargo, la documentación histórica certifica que su cauce es el histórico del barranco, aunque se haya perdido entre veredas, caminos y ocupaciones agrícolas del suelo, y no una desviación artificial. De hecho, el agua tradicionalmente llegaba al sistema de riego de la huerta, ahora conectado con las del Segura a través de una acequia denominada, no por casualidad, de Abanilla y de ahí a la cola del río, e incluso, en algún momento, y a través de otras acequias y azarbes, al Hondo de Elche.

Ahora la Generalitat busca soluciones a las inundaciones a través del plan Renhace. Una de ellas es que recuparar las barreras de laminación en el cauce y lograr un proyecto para derivar gran parte del caudal hacia el norte de la comarca, sin permitir que rebase el azud de Benferri o que el agua que pase aguas abajo no sea peligrosa para las zonas industriales y habitadas de Orihuela, como San Antón o El Escorratel.

El río Chícamo ha reclamado sus escrituras y los municipios por los que serpentea su cauce entre tarays, adelfas y palmeras ibéricas se han dado cuenta ahora de que existe.