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Análisis

Las dos «cosicas» del Plan Renhace

El proyecto estrella del Consell en la Vega se simplifica en dos asuntos que contentarían a todos y son tan básicos como difíciles de ejecutar: sanear un río al que la CHS da la espalda y realizar una millonaria inversión en la CV-95, pese a que los datos avalan que quizá es innecesario

Presentación a los alcaldes, el pasado martes, del Plan Renhace, en Guardamar del Segura. INFORMACIÓN

Aunque pueda parecer que es pronto para pensar ya en clave electoral, la política ha vuelto a poner a la Vega Baja en el epicentro de una batalla, la de la Generalitat, en la que esta comarca ha ayudado y mucho a colocar en las dos últimas décadas a presidentes como Zaplana, Camps o, más recientemente, Puig, aunque este último también le debe y mucho a las denuncias de corrupción que salpicaron a un PP que, visto lo visto tras las últimas sentencias, lleva camino de salir más indemne que John Travolta y Samuel L. Jackson en esa impagable escena de Pulp Fiction en la que ambos son tiroteados en el piso de un traficante de drogas.

Bromas aparte, el PSOE tiene la vara de mando en la Comunitat y sabe que si quiere mantenerla el secreto no es tanto ganar votos como mantenerlos en comarcas que no han sido nunca sus preferidas y en esa situación la Vega Baja siempre ha sido una llave que hasta la Dana estaba más que torcida por ese giro en la política lingüística educativa que fue entendido en una comarca muy castellanoparlante como «imposición» y no «posibilidad». Sólo hay que ver qué poco la visitan los consellers de Compromís, empezando por la titular de Agricultura, Mireia Mollà, para entenderlo. Pero mientras la formación nacionalista sabe lo que puede esperar allí en votos en 2023 y no se desgasta, Puig libra una batalla en la que, pese a sus socios de gobierno, sigue en ventaja hasta que el PP se desesperece que, tal y como van las cosas, va para largo.

Y, como dicen que no hay mal que bien no venga, las inundaciones de septiembre dieron una oportunidad al Consell, que hizo un encomiable esfuerzo económico del que a día de hoy se lamenta por el esfuerzo que le ha supuesto y la escasa rentabilidad en imagen que ha tenido, mayormente, por la ineficacia e insensibilidad que ha demostrado el Gobierno central con las ayudas a los agricultores, muy a la imagen de la visita que hizo a Orihuela Pedro Sánchez, y, ya se sabe, a la hora de la buscar a los culpables, el ciudadano no distingue quién de todos es. Puig ha venido a la comarca y mucho y no tendría sentido perder votos después de tanto trabajo porque, aunque en política se está para servir, la mejor recompensa es verse reelegido y nunca está de más poner todos los huevos en la cesta para conseguirlo. Y esa oportunidad que nació con la gota fría fue la de convertir a la comarca valenciana más damnificada en un modelo de gestión y de oportunidades y exportable al resto. Era como si todo estuviera roto y se pudiera construir de nuevo. Desde cero.

Así nació el, en mi opinión mal llamado Plan Renhace, que a día de hoy y tras la puesta en valor de sus más de 100 iniciativas no deja de ser más que un compendio de viejas, necesarias y justas reivindicaciones en una comarca que ni bajo un metro y medio de agua ha perdido su orgullo y su sentido de unidad ante la adversidad. La idea que se plantea es excelente: «Dígame que tenemos que hacer por ustedes, que lo vamos a hacer...» y aquí habría que añadir «...y pronto» pero eso no es tan fácil cuando las soluciones son estructurales y económicas, como es el caso, y lo peor es que alguna, que es las que vertebraría el plan, no depende del que las plantea. Y es curioso porque, si nos paramos a pensar, lo que en realidad quiere la comarca -y lo dicen los técnicos, los comisarios, los vecinos, las asociaciones y los empresarios- son dos «cosicas» pero básicas, las de siempre, las infraestructuras pendientes y protagonizadas por el río Segura y la CV-95. Del resto, todo se andará. Hay más, claro está, el clúster agroalimentario, por ejemplo, que lleva camino de pasar de largo, al menos en cuanto a la localización estratégica de un punto seco en la comarca en beneficio de Murcia o de Alicante, pero de esto se lleva una década hablando sin poner más dinero ni iniciativas que el de los ayuntamientos que pagaron un sesudo estudio que acabó en alguna papelera.

No nos desviemos, lo importante es el río y escuchar a los dos comisionados (e independientes) nombrados por el Consell, Antonio Alonso y Jorge Olcina, explicar cómo de lejos está la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) de darle solución fue suficiente porque está mucho más lejos para su presidente Mario Urrea que València, a cuyas Cortes no quiso acudir para dar explicaciones de su gestión en la crisis, y este ejemplo lo dice todo porque Urrea siempre ha seguido la estela de sus antecesores, que durante años no han tenido empacho en ejecutar inversiones millonarias en las otras dos vegas al tiempo que se trataba a Guardamar como su cloaca y miles de pequeños agricultores se sentían despreciados y desatendidos. Y poner ahora unas barreras para sólidos en el Segura para ver que se está haciendo algo, suena a chiste.

El principal problema que tiene la Vega, que es el río porque es el que le da sentido a todo, lo tiene que resolver alguien que manda más que Puig, y ese es Urrea, otra cosa es que, visto los antecedentes, tenga voluntad tanto él como el Gobierno al que representa porque las políticas hídricas se alejan desde hace años cada vez más de las necesidades de los regantes de esta comarca (y de esta provincia). Y sólo entender esto demuestra lo frágil que nace este Plan Renhace.

La otra propuesta estrella es (de nuevo) la carretera de Orihuela a Torrevieja, la popular CV-95, que bien podría ser definida como la prueba inequívoca de lo mal que se puede hacer el urbanismo en una comarca o cómo nos podemos gastar el dinero de los ciudadanos en alocados proyectos que son imposible de ejecutar, pero de los que nos pueden convencer de lo necesarios que son y por los cuales después hay que pagar indemnizaciones millonarias por no hacer nada. Pero este asunto tiene una ventaja con respecto al río: es solo un problema de dinero y tiempo. Pero, ¿no acabo de decir que nos hemos gastado el dinero de forma alocada en proyectos? Sí, es un contrasentido, pero no le quedará otra al Consell, que aquí tiene una patata caliente que espera resolver con un estudio de viabilidad encargado ya por el conseller Arcadi España. Ahora bien que se dé prisa para anunciar lo que se va a hacer y ponerlo en práctica porque una carretera ni se reforma ni se licita en dos días ni dos años... si realmente lo que hace falta es otro vial.

Y viendo que las soluciones del Segura no están en manos de nadie y que la carretera que la comarca demanda puede que no sea la que se precisa (el conseller de Infraestructuras tiene serias dudas de que tamaña inversión sea necesaria, esta semana se ha sabido que el aforo medio es de 9.000 vehículos/día), nos podemos encontrar con que las dos «cosicas» de la Vega que tiene ante sí Puig no son fáciles de resolver y fiarlas a vender que estamos hablando de un proyecto de futuro, no casa con un mundo, el de la política, en el que a cada uno se le mide en el día a día.

Y quizá el Consell, buscando soluciones, se ha metido en un problema con el Renhace, cuando hubiera sido más fácil escuchar hace unos meses en Orihuela al vicepresidente de la UE, Frans Timmermans, que, aunque Urrea al frente de la CHS y Sánchez en el Gobierno manden más que Puig, está por encima de todos. Y esto es lo que dijo alguien que pisaba la Vega Baja por primera vez:

« Esta región está sufriendo los retos más claros que nos presenta el cambio climático en Europa. Pasáis de una situación en la que no tenéis nada de agua a otra de gota fría en la que os ahogáis con tanta agua (...) es una paradoja que este agua que os ahoga termine por irse al mar y no ayude a hacer frente al problema de la sequía (...) Imaginaos, por ejemplo, que esta gestión se llega a implementar y que toda el agua que llega en cantidades tan enormes puede ser canalizada e, incluso, reservada para utilizarla».

Todo ello lleva a la reflexión de pensar si dedicar seis meses a enumerar los problemas que sabíamos que teníamos, y que nadie ha sabido resolver en décadas, han servido para mucho más que para comprometernos en resolverlos cuando no parece que esto sea fácil aunque alguien vea en ello la panacea, el renacer. Y, mientras, el vicepresidente de la Unión Europea hablando de futuro. ¿Alguien lo pilla?

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