Durante la Edad Moderna el Carnaval y toda clase de máscaras sufrieron prohibiciones y autorizaciones, como ocurrió en este último caso por el conde de Aranda, entre 1706 y 1745, e incluso por el propio Carlos III, en 1760.

Durante el reinado de Carlos IV, debido al excesivo número de bailes de máscaras fueron reglamentados, aunque con anterioridad se habían establecidos una serie de normas a fin de enmarcarlos dentro de un orden.

En este punto, nos centramos en un documento, ante el que irrespetuosamente con todo lo que suponía dicho orden y concierto, se comportaba la juventud madrileña en el carnaval de 1768. Nos referimos a un manuscrito que obra en la Biblioteca Nacional con el substancioso título: «calendario manual y guía de forasteros para el carnaval del año de 1768 y otros,... Impreso con superior Privilegio de la decencia en la Oficina de Venus, calle de los Plazeres, enfrente del templo de la Juventud, por Adonis Facineroso del eco, impresor de Cámara y alcoba de Chipre».

En concreto, el citado Adonis lo que nos presenta de forma jocosa y desenfadada es una inversión del calendario cristiano al calendario de Chipre, que según los astrónomos del citado país, el año daba comienzo a las 8 de la noche del primer día de Carnaval. Y definía al año de 1768, como el de la libertad y expulsión de los «golillas», en clara referencia a la Compañía de Jesús. Dice, también, que el citado año era el tercero de la translación del Príncipe a los Caños, en alusión a que en principio las fiestas de máscaras en Madrid se celebraban en el coliseo del Príncipe y después se trasladaron a de los Caños del Peral.

Así mismo, el citado año, era el segundo de la muerte de la reina de los teatros y de los tabernáculos de María Ladverant, famosa cómica de aquél tiempo. Y correspondía al primero del «vuelo retrógrado de la Paloma por los Pirineos», refiriéndose a la «Pichona», otra cómica que había pasado a Francia a dar a conocer sus «particulares prendas».

El susodicho Adonis, continúa con su desenfado, estableciendo los cómputos del año, las fiestas móviles, los eclipses de sol y de luna, para pasar a reducir el citado almanaque de Chipre a España, para que fuese mejor entendido.

Del documento, nada despreciable, vamos únicamente a entretenernos, como ejemplo, en lo que dice con respecto a los meses de abril y agosto.

En el primero de ellos indica: «El calor va aumentando y el Sol de Aries en Tauro. Esto es, creciendo, pues mayor son los cuernos de un toro que los de un carnero». En el segundo, agosto, dice: «Idem por idem, Sol en Virgo. Esto se entiende en otros climas, pues el de Chipre, no solo no hay sol en Virgo, pero ni Virgo en sol y menos en la canícula. El 31 San ramón Nonato, abogado de las que están pariendo como Dios manda».

El documento concluye relacionando a los miembros de la «Insigne Orden de la Cadena» y sus madrinas, indicando de éstas con una «b» como aquellas que han sido anteriormente de otros caballeros existentes, difuntos o expulsos de la orden.

Tras ello, cita a las personas que formaban los tribunales, la Junta Apostólica, el «protomendicato» y a las que desempeñaban los cargos de fiscales de lo civil, así como los tribunales fuera de la Corte, que los ubicaba en las óperas de Barcelona y Cádiz, en la escuela de teatro de Sevilla y en las comedias de la legua.

Finalmente describe la organización del ejército de Chipre y los navíos que formaban su armada, con los nombres de La Lujuria, El Canapé, El Tocador y El Celoso, entre otros.

Esta irreverente y graciosa forma de entender la diversión en el Carnaval, mostrada por los miembros de la «Insigne Orden de la Cadena», nos lleva a la génesis del mismo, en el sentido de buscar en él, tras la máscara, una nueva personalidad, una manera de romper con lo establecido y de cambiar nuestro carácter durante esos días y horas, invirtiendo los roles, igualando socialmente a todos y dejando rienda suelta a la imaginación, siendo todo ello comprensible desde el prisma de las mentalidades, que nos lleva a profundizar en el subconsciente colectivo de las sociedades humanas, que se presta a buscar una crítica de lo cotidiano a través de lo grotesco. En definitiva, llegando a una inversión de valores, presentando el mundo al revés.