El rosa del agua y el blanco reluciente de la sal son protagonistas del paisaje de las 1.400 hectáreas sobre las que se extiende la laguna de Torrevieja. Otra saturación, la de imágenes de Instagram, ha permitido que ese exótico escenario haya dado la vuelta al mundo. Y más desde el pasado verano, tras la salida de la Vuelta Ciclista a España desde las instalaciones salineras. Ahora el agua de la laguna es verde. La DANA de septiembre de 2019 y las fuertes precipitaciones de enero en la cuenca vertiente de las salinas aportaron un volumen insólito de agua dulce a la laguna, procedente de la rambla de la Fayona, cuyo cauce nace muy cerca de Sierra Escalona, además de otros barrancos de San Miguel de Salinas y Rojales, rodeados de cultivos intensivos de cítricos y alcachofa. Ese verde surge del crecimiento de algas microscópicas - y que sí están presentes en la vecina laguna de La Mata de forma habitual, en aguas con menor saturación de sal-.

Lo más probable es que este espacio natural protegido recupere poco a poco la que es su imagen habitual durante cualquier época del año -aunque el rosa siempre es más intenso a finales del verano-. La hipersalinidad «matará» a esas algas para que vuelva la microscópica Dunaliella que es la que, junto a un amplio conjunto de bacterias, imprime esa pigmentación rosa a la laguna.

Se debe, en primer lugar, al proceso de fuerte evaporación que se produce desde los primeros meses de primavera. Además, las salinas de Torrevieja cuentan desde principios de los años setenta con una ventaja tecnológica sobre el resto. Una aportación extra de salmueras de origen geológico procedentes de Pinoso; algo que permite aumentar rápidamente la salinidad del agua incluso en años de adversidad meteorológica como el actual y garantizar un mínimo de producción de sal -que en el caso de Torrevieja es equivalente al máximo de otras salinas convencionales-. Otra medida para preservar esa producción frente a la intrusión de agua dulce es el dique que separa el oeste de la laguna del este. Ese es el motivo de que el verde de la imagen anexa captada el lunes por el satélite Sentinel-2 sea más intenso al oeste -izquierda de la foto-: es la que ha recibido más agua dulce. La mota ha impedido que entre en la zona este, donde el color se atenúa.

El antes y el después

El cambio de tonalidad, apreciable a simple vista, ha sido contrastado con esas imágenes de satélite por el rojalero apasionado de la divulgación científica Nahúm Méndez y recogido por el colectivo de voluntarios de las Lagunas, que apuntaban a la posibilidad de que los nitratos empleados en la agricultura intensiva «hayan favorecido el desarrollo de organismos impropios de estas salinas». Un proceso de eutrofización -catastrófico en el Mar Menor- muy improbable porque esas algas son incapaces de sobrevivir en un rango de salinidad que la laguna va a recuperar pronto. Un espacio que se enfrenta a situaciones, de momento, de mayor impacto ambiental: como las visitas sin control a esa postal rosa o la enorme presión urbana y humana.

Así era la laguna rosa de Torrevieja

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Baños de sol y sal en la laguna rosa de Torrevieja