Dentro de la historia de Torrevieja apenas se ha prestado atención a las cofradías o asociaciones religiosas. La importancia de las mismas, como vehículo para la participación del seglar en el complejo mundo eclesiástico, merece una mayor profundización en su conocimiento.

La variedad de matices que las acompañan facilitan un mayor acercamiento al hombre, en su manera de sentir y de vivir en los comienzos de Torrevieja, como población y como villa, en la que la lucha por el poder económico y social estaba presente, no dejando de perder privilegios, ni influencia espiritual, social, económica y cultural, sobre todo a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX, circunstancias en las que el poder civil buscaba el control y entrar en la fiscalización sobre las propiedades eclesiásticas, situación que no llegó a darse en la población ya que administrada en sus primeros años por la Corona propietaria de las salinas, dándose situaciones en que al clero le preocupaba la exclusividad de las fuentes de ingresos económicos.

Las cofradías como asociaciones de fieles con fines religiosos facilitaron la participación de éstos en la Iglesia. Con lo que se nos pone de manifiesto la posibilidad del estudio de las relaciones entre ellos y los eclesiásticos, sobre todo con la parroquia de la Inmaculada Concepción, al no existir en aquella época otros estamentos u órdenes.

Entre sus aspectos en referencia a Torrevieja, enmarcando este modelo de asociación dentro de la Iglesia, bajo su autoridad y con fines diversos, predominan fundamentalmente los piadosos, en los que para su comprensión y evolución recomiendo la lectura del libro «Tres cofradías de Torrevieja. El Santísimo, el Rosario y Las Ánimas», obra del erudito amante de todo lo de esta tierra, José Antonio Linage Conde, cronista oficial de Sepúlveda: la cofradía del Santísimo, que tuvo su existencia en Torrevieja entre los años 1791 y 1919; la Archicofradía del Rosario, entre 1795 y 1933; y la cofradía de las Benditas Almas, entre 1813 y 1873.

Las tres cofradías formadas en los albores del siglo XVIII y principios del XIX, en Torrevieja, un municipio enclavado en el sureste español, que en aquellos años trazaba las primeras líneas de su historia con la construcción de sus primeros hogares, la llegada de sus primeros vecinos y la fundación de sus primeras sociedades místicas.

Es en la segunda mitad del XIX cuando se forma la cofradía de la Inmaculada Concepción, fundada en la villa de Torrevieja y aprobada por Pedro María Cubero López de Padilla, obispo de la diócesis de Orihuela, por decreto de 15 de marzo de 1864, año en fueron impresas sus cédulas de admisión en la imprenta oriolana de Antonio Payá; y en la que se lee:

«Los abajo firmantes admitimos en esta cofradía la Inmaculada Concepción a (...), para ser participantes de todas las gracias, bienes y ventajas espirituales, en la Madre de Dios concede a sus devotos.

Y para ser participe de las buenas obras de los demás Cofrades, quiero ser admitido para obsequiaros y transmitir vuestra devoción á quien pueda; y para ello se omitiré medio en cuanto me sea posible.

En vista de ello aboné la cantidad de ocho reales por admisión y cuatro por cada año, para poder solemnizar vuestras festividades, según lo previene el Reglamento.

Torrevieja [?] de [?] de 186[?]

[Lo firman]

El Presidente, Francisco Sarrió, cura

Mayordomo 1º, Mariano Talavera

Secretario, Josef García López»

Le siguen en letra impresa las «Oraciones que han de rezar los cofrades de la Purísima Concepción de la villa de Torrevieja, según los estatutos de la Cofradía».

Los rezos consistían en: Una oración para el día en que se inscribían los cofrades; una súplica diaria; una oración para ofrecer la corona en los días de las festividades de la Virgen Inmaculada; al igual que unas jaculatorias en acción de gracias en memoria de las cinco letras que se compone el Dulce Nombre de María.

A los cofrades de la Inmaculada Concepción le eran concedidas las siguientes indulgencias: cuarenta días en el día que se inscribían en la cofradía, si confesados y comulgados rogaban por las necesidades de la Iglesia; cuarenta días por la oración que se decía en el día que se inscribían; cuarenta días por cada vez que se rezara la corona en sus festividades; cuarenta días por cada misa que oyeran los sábados, y otros cuarenta por cada Jaculatoria; cuarenta días por cada sábado que ayunaran en honor a la Virgen, como también las vísperas de sus festividades; y cuarenta días por llevar la corona con la medalla de la virgen.

En el año 1870, se volvía a imprimir, esta vez en la imprenta de Antonio Molina, en Murcia, otro nuevo libro de oraciones para los cofrades de la Purísima Concepción de la villa de Torrevieja.