Escribo estas palabras de homenaje a Jesús Carnicer y sé que lo hago en nombre de muchos porque son innumerables las voces que lo hemos nombrado estos días con el alma quebrada: amigos, compañeros del MUDIC, compañeros del ÍES, la UMH, del partido... y la pena es que no tengo claro si él sabía cuantos éramos los que lo queríamos.

Jesús tuvo un sueño y lo hizo realidad junto a su mujer, Rosa, por aquel entonces concejala de educación en el gobierno del Ayuntamiento de Orihuela. Ese sueño se llamó MUDIC, Museo Didáctico de la Ciencia, y fue posible porque junto a él, un numeroso grupo de profesores científicos, se entusiasmaron con el proyecto.

El sueño de Jesús se forjó con trabajo, con ilusión, con su gran equipo y con la tozudez de su sangre aragonesa.

Con Jesús se aprendía todo el rato; sobre los agujeros negros, sobre la luz ultravioleta, cómo pesar a un astronauta o cómo experimentar con la física en nuestra vida cotidiana; y consiguió cosas increíbles sin hacer ruido, discretamente, como pasear a un premio Nobel por las calles de Orihuela, esa ciudad donde nunca pasa nada y cuando pasa es como si no pasara.

Cuando se va alguien como Jesús nos duele doblemente porque se va un hombre de los que, además de caminar, nos marcan el camino.

Hace unos días me pedía que contásemos con el MUDIC para participar en los foros de reflexión sobre la estrategia de prevención de catástrofes que se están preparando en Orihuela tras la DANA de septiembre.

¿Qué puede hacer un ser humano en momentos difíciles? No lo sé. Es inimaginable lo que cada uno de nosotros haríamos, pero sé lo que Jesús hizo: vivir; vivir hasta su último minuto con la convicción de que el tiempo es una dimensión física y cuanto somos tiene una leyenda cósmica que nos explica.

Vivió para construir, para enseñar, para explicar, para amar, para reivindicar, para reír y para demostrar que, ser buena persona es, a la larga, más acorde a la perfecta armonía de las leyes de la física y del universo.

Valió la pena vivir y haber vivido, y haber resistido como resististeis, Rosa; tú sabes a qué me refiero.

Quiso decirnos adiós con el canto a la libertad de su paisano Labordeta, y como reza la letra, será viento, porque aunque el molino no esté, el viento continúa. Eso diría.

Partículas atómicas, luz, energía, materia...nada de eso importa ahora. Y sin embargo, es lo único que importa. Cada vez que miramos el firmamento le recordaremos. Al final de la luz del telescopio, al fondo del todo más hermoso, en el origen del mundo y del amor están todos los que se fueron y recordamos. Allí nos encontraremos, amigo. Hasta siempre.