Es posible que, a los que peinamos canas o hemos visto desaparecer el cabello de nuestras cabezas, este número cardinal acompañado por el plural del tiempo que tarda nuestro planeta en dar una vuelta alrededor del astro rey, nos recuerde aquellos tiempos de los guateques en la juventud, en los que las voces de Manolo y Ramón, «Dúo Dinámico», que nos animaban y siguen animándonos con su calypso rock titulado «Quince años tiene mi amor», con música de Ramón Arcusa y letra de Manuel de la Calva.

Pero, esos tres lustros pueden servir para acotar gran parte de la rehabilitación, restauración o reconstrucción de algunos bienes inmuebles particulares en nuestra ciudad. De hecho, fueron quince actuaciones, algunas de las cuales dio lugar a un cambio de uso, las que se llevaron a cabo entre 2001 y 2015, destacando, sobre todo como momento álgido, los años 2002 y 2003 en que se acometió las restauraciones de la catedral, palacio episcopal y las iglesias de las Santas Justa y Rufina, Santiago y Santo Domingo, con ocasión de la exposición «La Luz de las Imágenes. Semblantes de la vida». Quedó, sin embargo, la restauración y rehabilitación de la iglesia de San Agustín, que estaba prevista efectuarla pero, al parecer, los fondos económicos destinados a ello fueron absorbidos por una de las otras iglesias. De todas formas, con esta actuación nuestros monumentos nacionales fueron saneados para continuar el servicio para el que estaban destinados, excepto el palacio episcopal que cambió su uso para coger el Museo Diocesano de Arte Sacro.

Otra de las actuaciones a nivel particular que se concluyó en 2001, fue la que se llevó a cabo en el Palacio de Teodomiro, construido en su momento a expensas del Señor de Benejúzar en 1775 y que desde los años cuarenta del pasado siglo albergó a la Biblioteca Pública Fernando de Loazes y que, tras su rehabilitación y reconstrucción pasó a ser Hotel Palacio de Tudemir, cubriéndose con ello una de las carencias que tenía la ciudad. También a nivel particular, en 2005, fue restaurada la casa palacio de la familia de Bernardino Roca de Togores, en la que se albergan elementos interiores del siglo XVIII, actuándose en su fachada, en la que se emplazó una réplica del escudo de la familia Roca de Togores que existe en el frontal de la escalera principal del palacio.

Otros dos inmuebles en los que se actuó y que cambiaron su uso de viviendas familiares, datados respectivamente en los siglos XVIII y XIX, fueron la Casa Carrió en la Plaza de Comedias (2008) que estaba en ruinas y pasó a ser centro de acogida dependiente de Cáritas con en nombre de Casa de la Caridad, y la Casa de los Megías (octubre 2003), que una vez rehabilitada fue ocupada por las oficinas de Aquagest, hoy Hidraqua.

Entre 2006 y 2012, se efectuaron obras en el edificio del Ateneo Cultural Casino Orcelitano, construido en 1886-87, transformándose en esta última fecha uno de sus salones en restaurante, la biblioteca como cafetería y se habilitó la terraza para la celebración de cócteles. Asimismo, en 2010 se actuó en el antiguo Palacio de Portillo de finales del siglo XVIII y principios del siguiente, sede de la Caja Rural Central, acondicionando su cubierta y restaurando las fachadas. Por otro lado, entre 2008 y 2010 se restauró la iglesia de San Sebastián, de las agustinas, y se incorporó en el altar mayor y altares laterales un retablo dedicado a Nuestra Señora de la Consolación procedente de la villa vasca de Durango.

Dentro de las decoraciones de algunas iglesias de Orihuela, se actuó, en 2007, en el camarín de la Virgen del Carmen, de estilo rococó construido entre 1730-38 y que atesora a la Madre del Carmelo, obra de Francisco Salzillo Alcaraz (1775-80). Así como, en 2009, en la capilla de Nuestro Padre Jesús de la Tercera Orden Franciscana Seglar, en la iglesia de Santa Ana del convento de franciscanos, que fue decorada por Antonio Villanueva, en 1770. Ambas actuaciones fueron realizadas por Aurora Arroyo Ibáñez. Por último, en el Santuario de Nuestra Señora de Monserrate, en 2007, se restauró los dorados interiores, y dos años después se hizo lo propio en su fachada, recuperando tras el altar mayor una cripta.

Quede todo ello como ejemplo del buen hacer de los particulares que con ayudas institucionales o sin ellas han dejado para la historia la permanencia de estos emblemáticos inmuebles.