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La lenta recuperación de la Vega Baja

La comarca trata de reponerse a la peor catástrofe sufrida en 140 años, aunque hará falta mucho tiempo y dinero

La lenta recuperación de la Vega Baja

La Vega Baja trata de reponerse a la mayor catástrofe sufrida en 140 años. El barro, ya seco, en calles y carreteras, las cañas que quedaron atrapadas en los muros de contención del río, decenas de casas aún vacías y coches destrozados que aún no han sido retirados, son la huella que recuerda que hace cinco semanas la comarca recibía un mazazo en forma de lluvias torrenciales a las que se unieron malévolamente unas infraestructuras con un deficiente mantenimiento que no aguantaron la presión y se rompieron, provocando enormes riadas también en el corazón de la Vega Baja. INFORMACIÓN viaja un mes después de la DANA a los puntos que fueron noticia durante esos dramáticos días que nunca olvidarán los habitantes de una comarca que, muy lentamente, tratan de recuperar la normalidad y la vida que tenían antes de que la gota fría les marcara para siempre. Las fotografías de este reportaje muestran los mismos lugares inmortalizados durante el episodio de gota fría -entre el 12 y el 15 de septiembre- y cómo están a día de hoy. Los datos que deja la DANA son escalofriantes: tres personas fallecidas, arrastradas por la corriente, 5.000 evacuados, 8.455 peticiones de ayudas de vecinos que lo han perdido todo, 500 litros por metro cuadrado de lluvia e innumerables animales -domésticos, de granja y salvajes- muertos. Solo queda algo positivo de esta tragedia: la unión de políticos de todos los colores, agentes sociales, empresarios y vecinos para salir de esta terrible situación y la solidaridad de los miles de voluntarios que lo han dado todo a cambio de nada durante días, así como el trabajo enorme de todos los efectivos de cuerpos y fuerzas de seguridad, emergencias y del ejército que actuaron de manera incansable y que perdieron muchos vehículos pero se ganaron el cariño de la gente.

Comenzamos este recorrido por la localidad que se considera como la zona cero de la DANA, la capital de la Vega Baja, Orihuela. Las imágenes de los coches de un concesionario aparcados en una campa en plena rambla de Abanilla siendo arrastrados por la corriente dio la vuelta al mundo. Cinco semanas después, muchos de esos vehículos siguen ahí, alineados y con destrozos evidentes -lunas rotas, capós levantados, sin puertas...- esperando, la mayoría, un futuro en un desguace. La rambla de Abanilla fue uno de los verdugos. El agua llegaba con tal fuerza por su falta de canalización que destrozó todo lo que encontró a su paso. En Benferri, el campo de fútbol sigue partido, literalmente, en dos y otras instalaciones deportivas están perdidas. También decenas de casas de Benfis Park siguen sin muro, con garajes llenos de humedad y sin mobiliario. La gota fría se cebó especialmente con esta urbanización y el desbordamiento de la rambla de Abanilla fue su puntilla.

Esta rambla también fue la culpable de que el único polígono industrial de Orihuela, el de Puente Alto, sea la viva imagen de las pérdidas económicas y de coste laboral que se ha cobrado la DANA. La Confederación Empresarial de la Comunidad Valenciana estimó, una semana después de la catástrofe, en 600 los puestos de trabajo que se iban a perder en esta zona industrial. Es evidente que no andaban desencaminados porque solo hace falta darse una vuelta -ahora ya sin tener que esquivar vehículos volcados- por las embarradas calles del polígono para comprobar uno de los peores presagios: el cierre de varias naves y la escasa actividad en otras. Los muros de hormigón de algunas empresas siguen doblados mientras que en otras ya han levantado un vallado provisional tratando de seguir con su actividad económica. En un canal de televisión local, con sede en este polígono, se afanaban esta semana en sacar las sillas de los estudios que han pasado de ser azules a marrón «barro» y los decorados de los programas se amontonan en el patio delantero, a la vista de cualquiera porque la valla exterior y los pinos que la rodeaban no aguantaron la fuerza del torrente de agua, con unos dos metros de altura. Mientras, unos «buscavidas» que recorren las calles de la comarca buscando chatarra -y tienen dónde elegir, desgraciadamente- preguntaban si podían llevarse los enseres que ya no tienen arreglo.

La avenida de agua por la rambla de Abanilla sembró también de destrucción la pedanía de El Escorratel. Los enseres inservibles amontonados a las puertas de las casas han desaparecido -se acumulan en una campa del polígono hasta su traslado al vertedero-. Ya no están las señales que indicaban qué camino coger para ir a distintas localidades de la comarca, y cuya fotografía con todas ellas en el suelo, del fotógrafo Tony Sevilla, quedará para siempre como una de esas imágenes que no hace falta explicar, que hablan por sí solas como una alegoría de la Vega Baja tras el paso de la DANA.

Pérdidas

Las cámaras de comercio estiman las pérdidas en la Vega Baja en 3.000 millones de euros, más de un tercio solo en agricultura, donde se ha perdido prácticamente la totalidad de las hortalizas de invierno y entre un 50 y un 60% de los cítricos. Además, los árboles frutales han quedado muy afectados y algunos van muriendo fruto de los hongos y de los metales pesados que arrastró el agua y que han quedado en la tierra. «Será difícil levantar cabeza, venimos de una mala temporada, y esto ha sido ya el golpe definitivo», lamenta un agricultor. Los comercios también han sufrido daños. Uno de los negocios de muebles más conocidos de Dolores ha perdido toda la mercancía y el agua destrozó también sus ventanales y puertas. Ahora permanece vacío, aunque hace unos días, cuando nos atendía el responsable de esta empresa familiar, Pepe Blasco, los muebles que vendía estaban unos encima de otros. «El viernes 13 subió el agua, pusimos sacos de arena y fue un desastre bestial, y ahora queda que el seguro cubra el daño que nos ha hecho porque queremos volver a abrir; habíamos salido de la crisis y nos viene la riada, es horroroso».

En el corazón de la Vega Baja la huerta quedó anegada. Las riadas provocadas por la rotura del cauce del Segura en dos motas en Almoradí, junto al puente que une esta localidad con Algorfa, dejaron las calles de varias localidades convertidas en canales, como en Almoradí, Dolores, San Fulgencio, Daya Vieja y Daya Nueva. Hasta que no se adoptó la medida de abrir un canal para unir el cauce viejo del río con el nuevo el agua llegó hasta la nacional 332 en Guardamar del Segura. Las zonas de huerta quedaron inundadas durante tres semanas, con el agua estancada y una proliferación de plagas de insectos, sobre todo mosquitos, que ha ido remitiendo tras haberse «tragado» la tierra y las bombas de succión el agua. Ahora, esas zonas anegadas están cuarteadas por el barro, y pasará tiempo hasta que se pueda volver a plantar.

Roturas

Si la zona cero de la gota fría es Orihuela, la de las riadas es Almoradí. Allí rompió el río al no soportar el volumen que llevaba. Los dos enormes boquetes por donde salía el agua del Segura en cascada -dejando en las calles imágenes tan insólitas como las de peces nadando- fueron tapados con enormes rocas y por tierra. La alcaldesa de Almoradí, María Gómez, señala que «me da mucha seguridad y temo más otros puntos donde el muro de hormigón es más inestable y ha sufrido daños, si hay otra gota fría». Hay aún muchas carreteras con desperfectos y caminos impracticables, así como grietas en infraestructuras que deben contener el agua. Los operarios culminaban esta semana la obra urgente que se ha tenido que hacer para volver a conectar Almoradí con Algorfa ya que parte de la carretera CV-935 se vino abajo el pasado 13 de septiembre por la crecida del río a la altura del puente que lo cruza. El tráfico se ha restablecido y los conductores han dejado de tener que dar un rodeo de 10 kilómetros para ir de una a otra localidad.

Sin embargo, los que peor lo están pasando son los vecinos que vivían en las casas que están junto al cauce del río en ese lugar. Si la primera rotura que llegó al polígono Las Maromas y al centro de Almoradí no les afectó, la segunda, a solo 50 metros, soltó sobre sus casas cientos de miles de litros de agua que provocaron el derrumbe de las paredes y que sus coches aún permanezcan tirados a unos 100 metros en medio de la huerta. Ninguno puede volver a sus casas, precintadas por la Policía Local, y donde permanecen intactos, paradójicamente, algunos cuadros colgados de las paredes que no se han caído. Uno de los vecinos, que se ha ido a vivir a València con su mujer e hijos tras perder su casa, volvía esta semana allí para mostrársela a los peritos del seguro. «Nos desalojaron horas antes de que se rompiera el río y cuando volvimos era todo un desastre, mi casa la reformé en 2017 y ahora nos hemos quedado sin nada, porque no tengo ni muebles, ni papeles importantes», lamenta. Ahora espera la llegada de ayudas «y a ver si nos dan otra casa».

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