Hay veces que ni el protocolo real llega a tiempo. Y quizá sea lo mejor. Ayer se pudo ver en Orihuela cuando Felipe VI recorría los 200 metros que separan el Palacio del Marqués de Arneva, sede consistorial, de las oficinas del Prop en la que iba a ser la segunda visita de la jornada. Un trayecto jalonado de cientos de personas a ambos lados de la calle que lo vitoreaban mientras, móvil en mano, grababan la escena que mostrarán a amigos y familiares durante días. La calle ardía y él se mostraba cercano y afectuoso, saludando a todo aquel que lo esperaba. Más de diez minutos tardó en recorrer la distancia, como Doña Letizia, desde la otra acera.

Era un momento de nerviosismo para todos. Y, si uno es joven y ve acercarse al Rey, más. Y eso le ocurrió a Javier. Había pedido permiso en el colegio para acudir a ver a los Reyes y, con una bandera en su mano, quedó sorprendido cuando Felipe VI se le acercó y quiso estrechar la suya. En ese momento la enseña cayó y fue a parar prácticamente a los pies de Su Majestad. A pocos metros ni el escolta ni el alcalde, Emilio Bascuñana, tuvieron la rapidez que tuvo el monarca para recogerla y devolvérsela. Un gesto que no se olvida, como tampoco el de algunos oriolanos que, pancarta en mano, le mostraban a su paso frases como: «Felipe, por el amor de Dios, ponte serio por la patria». Algo que, nadie lo dude, sabe el monarca de sobra.