El agua que durante los últimos días ha anegado municipios enteros de la Vega Baja se ha filtrado también en recintos centenarios, esos que custodian la historia y la memoria de los pueblos. Cementerios de varios municipios han resultado afectados por la tromba que ha arrasado la comarca. Calles de nichos han quedado sumergidas bajo dos palmos de agua y el fango ha ensuciado hileras inferiores de tumbas y mausoleos. Flores y recuerdos en memoria de los que ya no están han flotado sin rumbo frente a panteones llorados por ángeles que han quedado empapados por las goteras. Es una postal amarga que entristece todavía más la realidad de una comarca en la que todavía cuesta asimilar lo ocurrido.

La paz que caracteriza a estos espacios sagrados ha sido interrumpida por la lluvia torrencial, el desbordamiento del río Segura y el colapso de la red de acequias y azarbes que entrecruzan la Vega. El temporal no entiende de escrituras y ha salpicado igualmente a los de titularidad eclesiástica y a los municipales. En la cuna de la Diócesis de Orihuela-Alicante, numerosos cementerios pertenecen a la Iglesia y están gestionados por el cabildo catedralicio o por parroquias, no por los ayuntamientos. Es el caso del camposanto de Orihuela, el más antiguo de la comarca y donde los daños por la gota fría han sido ínfimos en comparación con los sufridos en el casco urbano y pedanías. No obstante, ha afectado a edificios tan antiguos como el panteón de los canónigos, que data de 1807, al igual que la capilla, que han sufrido filtraciones de agua.

Peor suerte han corrido otros cementerios como el de San Fulgencio, donde el agua que rebosaba desde uno de los principales acueductos de riego, el canal de la reina, se colaba por la puerta principal del recinto, recorriendo las calles con pendiente hasta estancarse en las zonas planas, donde existen sepulturas casi a ras de suelo. El vial de acceso al espacio funerario ha estado cerrado durante varios días y prácticamente nada se ha podido hacer por proteger la ciudad de los difuntos. El lugar donde son enterrados los vecinos de Dolores también ha sufrido los estragos del temporal, encharcando por completo el lugar donde reposan los restos de muchas generaciones y dejando una espesa capa de barro. En Daya Nueva el agua se ha colado igualmente por la parte trasera del perímetro aunque afortunadamente no ha sufrido daños aparentes. Existen otros como el de Redován en los que el torrente, bien canalizado, atravesó el camposanto sin problema, pero han precisado una limpieza profunda para retirar todo el lodo y piedras arrastradas por la avenida, como ha ocurrido en otros muchos municipios del sur alicantino.

En los cementerios que ya no están anegados se redoblan esfuerzos para recobrar la normalidad con el respeto y la sensibilidad que la situación requiere. Ahora serán los técnicos quienes tendrán que evaluar si han sufrido daños estructurales. Las edificaciones, el forjado de los osarios o los muros perimetrales cuentan con mayor o menor grado de impermeabilización y resistencia según su antigüedad y, al igual que miles de viviendas, tendrán que someterse a examen porque el agua, en esta histórica gota fría, no ha respetado ni este mundo ni el de más allá.