Lágrimas y desesperación de quienes lo han perdido todo tras la devastadora gota fría y las riadas que han asolado la Vega Baja. Es la otra cara del temporal que no solo se ha llevado por delante tres vidas en la comarca, también el hogar y los sueños de cientos de familias. En las zonas afectadas hay historias dramáticas en cada rincón. Las inundaciones se han cebado especialmente, como desgraciadamente suele pasar, con las pedanías y barrios más humildes. Es el caso de Molins, una pedanía oriolana de cerca de 1.500 habitantes que lleva seis días bajo el agua. En el barrio de Los Suizos no paran de sacar agua y barro de sus viviendas. Muebles y electrodomésticos ya inservibles se apilan en las puertas. Dentro, apenas queda ya nada, solo algún marco con foto que se resiste a que el agua embarrada arruine todos los recuerdos que tienen estas personas. «Con 800 euros de pensión, que apenas me dan para comer, pagar la luz y el agua, nunca podré recuperar lo que he perdido, no tengo muebles, no tengo nada», cuenta entre sollozos imposibles de parar, Carmen Sánchez. A sus 76 años ha visto cómo la gota fría se ha llevado por delante camas, frigorífico, lavadora o sillones, además de ropa y objetos personales que irán al vertedero. «Gasté todas mis ahorros en reformar mi casa hace año y medio para que fuera más habitable para mi marido que tenía problemas para moverse, y que falleció hace unos meses, y ahora no tengo nada, no sé qué voy a hacer, si alguien me puede ayudar que me ayude».

Ayuda. Es la palabra que más repiten los vecinos. «Cuando vi cómo estaba todo empecé a llorar y no he parado, lo he perdido todo. Nunca pensé que pasaría algo así. Que me ayuden por favor», pide entre lágrimas María del Carmen Personal. Su nieta es matrona y tuvo que salir el viernes de Molins en una embarcación para poder ir al Hospital Vega Baja a trabajar. Estos días le ayuda a limpiar y a hacer balance. «Hemos perdido tres casas enteras, el agua nos llegaba al cuello. Cogí a mi familia y me la llevé a mi piso para que estuviera a salvo, menos mal. Ahora no damos abasto, no podré ir al hospital en unos días», comenta Sandra Rodríguez.

Boda arruinada

Las inundaciones han roto con la normalidad de muchas personas. Todas ellas ansían recuperar su vida, aunque no es tarea fácil. Tamara Cartagena preparaba su boda cuando le pilló la gota fría. Su padre ha perdido el coche y toda la casa, así que el enlace queda, por el momento, paralizado. «Mi padre se ha quedado sin nada, mi novio ha perdido el coche, ese dinero de la boda lo necesitan más ellos», explica con lágrimas en los ojos. En la calle su hermana y su padre se afanan sacando muebles rotos y comidos por el agua. Su madre no quiere ver más la casa. «No puedo sufrir más. Veo a mi marido vencido de limpiar y tirar toda nuestra casa, él ha pasado un cáncer y no sé de dónde está sacando fuerzas», cuenta Loli Belmonte.

Vicente Martínez se encarga de limpiar la casa de su suegra. Ella tiene 83 años, va en silla de ruedas y está en tratamiento de diálisis. Su casa se inundó y tuvo que ser evacuada por la UME. Por el momento no podrá volver, ninguna de sus pertenencias se ha salvado. «Hemos pasado mucho miedo, yo pensaba que era el final. Aquí se junta el Reguerón con el Segura y nunca habíamos visto nada igual. He perdido siete tahúllas de limoneros que tenía para recoger en unas semanas, pero eso al final es lo de menos», explica María Más. Historias que ponen nombres y apellidos a la tragedia por la que está pasando toda una comarca.