A vista de pájaro la Vega Baja es hoy esa albufera pantanosa albufera pantanosaque los historiadores recuerdan que ocupaba hace 2.500 años el tramo más bajo del Segura. Una comarca en la que viven 350.000 habitantes. La huerta más fértil de Europa. Referencia internacional del turismo residencial. Desde el cielo se ve lo lejos que está esta tierra acostumbrada al agua en avenidas y torrenteras de recuperar su normalidad.

La imagen captada ayer desde un helicóptero de la Guardia Civil es la devastación. Vehículos arrastrados, semisumergidos todavía entre bancales y carreteras. En el inmenso lodazalinmenso lodazal de la Vega. No hay más horizonte que el agua y el barro. Miles de hectáreas anegadas por el agua. Tierra perdida. Se ve cómo se acumula el inmenso caudal de los azarbes de riego en el desembocadura del Segura sin que encuentren salida al mar, paradójicamente al toparse en su camino natural, el que recuerdan de siglos, con el nuevo cauce en Guardamar del Segura. Se ve el río, que se impone al azul del mar en la gola con su color de barro, que llena el Mediterráneo de la tierra que ha arrancado de la comarca. La riada del viernes 13 de septiembre demostró que el único tramo del encauzamiento del Segura, concluido a finales de los noventa, capaz de soportar los efectos de esta gota fría, ha sido este último de Guardamar.

Se habla poco del peligro de avenidas, que está en la comarca en los barrancos, como la rambla de Abanilla, que desaguan en los azarbes de riego y que son los que están ahora generando los mayores quebraderos de cabeza. Lo están sufriendo especialmente ahora los municipios de Dolores, Daya Vieja, Daya Nueva, San Fulgencio y Guardamar. La riada deja miles de toneladas de residuos sólidos flotantes, vegetales y plásticos en el mar y las playas de la provincia. Hectómetros de agua dulce perdidos porque la comarca, al contrario que la Vega Media y Alta de Murcia, no cuenta con un embalse de reserva de estos recursos. Al final se habrá perdido hasta el agua. Solo queda volver a empezar.