Bajo el amparo de la marca colectiva «Ñora de Guardamar», los productores locales trabajan a pleno rendimiento para sacar adelante la temporada de este producto estrella y autóctono del municipio, que destaca por su alta calidad y sabor debido al proceso tradicional de secado, de más de 150 años de historia, en las dunas que posee la localidad. El sector aspira a obtener la Denominación de Origen.

Con la llegada del mes de agosto se recogieron las primeras ñoras de la mata para llevarlas a otro entorno: la arena, donde se van depositando extendidas a lo largo de unos túneles de plástico a modo de invernadero. Se trata de unos hornos naturales y tradicionales, hechos a la antigua usanza por los pocos agricultores dedicados a cultivar en terreno guardamarenco el característico pimiento redondo y pequeño.

En la actualidad, apenas llegan a la decena los que cuidan el oro rojo como lo hacían sus antepasados, siendo una labor que conocieron a través de sus padres y abuelos. Una transmisión que ven con poco recorrido cuando miran hacia el futuro, pues «la descendencia no mira con cariño la tierra que da de comer», comentan entre ellos a pie de campo.

Fue a mediados de abril cuando se hizo la siembra de la ñora en una extensión de cerca de diez hectáreas y, tres meses más tarde, con la llegada del calor y en época estival, el rojo tiñe las dunas de Guardamar. Un color propio que permanecerá hasta el próximo mes de octubre, con las últimas ñoras de la temporada.

En cuanto al proceso de secado y deshidratación, cuentan los productores, que «es de unos quince días en el mes de agosto dado el intenso calor que se recoge en los túneles gracias a las elevadas temperaturas Después, ya en el mes de septiembre, este mismo procedimiento requiere algo más de tiempo porque el clima cambia y tenemos menos horas de sol».

Un tiempo que ha mantenido en vela a los agricultores tras las últimas lluvias caídas hace unos días y que amenazaron seriamente la transformación natural que sufren las ñoras en las dunas. «Fue un infierno ver cómo el viento y la lluvia destrozaron algunos túneles que ya albergaban en su interior ñoras. Menos mal que el agua no las alcanzó y no llegó a la arena, porque la humedad perjudicaría seriamente la calidad del producto», explica el productor, quien mira al cielo con cierta esperanza ante la amenaza de lluvia que persiste para estos días.

Tras varios meses de dura actividad agraria, se espera una cierta recompensa. Un valor escaso el otorgado a este bien preciado en la mesa, pues según expresan los entendidos, este año ronda el kilo los 12 euros. Un precio justo o casi insignificante si se valora el trabajo intenso que conlleva la faena del agricultor, destaca Antonio Pareja, conocedor de la actividad, ya que de los 200.000 kilos de ñora que hay sobre el terreno, sólo se recogerán 20.000 kilos de producto seco para su venta. Unas cifras que van en declive, y que ponen en riesgo, de aquí a unos años, la producción de ñoras en el municipio. Una situación que podría cambiar, según los propios agricultores, «si se produce un relevo generacional que se dedique a este cultivo o, de lo contrario, se perderá», expresan.

Este producto guardamarenco comenzó a comercializarse por primera vez con el respaldo de «Marca Colectiva» a finales del verano pasado, coincidiendo con la campaña de recolección y procesado natural de este producto, aspecto que le da este valor añadido y diferenciador. Una apuesta que salió adelante gracias al compromiso del Ayuntamiento, los productores, comercializadores y hosteleros que impulsan la creación de la marca «Ñora de Guardamar del Segura» con el objetivo de perseguir el sello de Denominación de Origen (DO), para que manifieste su calidad en el mercado de una manera notable.

Desde entonces, el largo camino hasta alcanzar esa meta sigue adelante, pero «a un ritmo más tranquilo que antes», según las sensaciones de los propios agricultores y productores, quienes desean que se ponga mucho más empeño a esta iniciativa que laurea este manjar de la gastronomía local y comarcal, y que da nombre a uno de los certámenes culinarios más célebres de la comarca y conocido a nivel nacional, además de la semana gastronómica dedicada a los productos estrella locales: la ñora y el langostino.