No era extraño encontrarse un grupo de personas en los arcenes de las carreteras, la mayoría junto a motocicletas, mirando al cielo, sin saber muy qué hacían. Esa actividad se trata de un deporte minoritario con centenaria historia. Según narra la Federación Española de Colombicultura, se tiene conocimiento del uso del palomo como divertimento desde 1773. La pedanía oriolana de San Bartalomé acoge desde el martes pruebas del Campeonato Juvenil de la Comunidad Valenciana de Colombicultura. Es una de las actividades que se enmarcan en el Campus Juvenil que desde el lunes y hasta el domingo se celebra en Crevillent.

36 niñas y niños de entre 11 y 17 años procedentes de las tres provincias de la Comunidad Valenciana participan en este encuentro para aprender todos los aspectos relacionados con este deporte de particular objetivo. Éste consiste en soltar palomos machos y una hembra, la cual se le distingue por tener recortadas las plumas de la cola e incorpora una blanca, resultando vencedor el palomo que consiga que la hembra se vaya al cajón él. La suelta, como se le conoce al acción del juego, tiene una duración de dos horas. Si en ese tiempo no se consigue el principal objetivo, el vencedor será aquel que más tiempo haya estado con la paloma.

Los fugaces destellos de vivos colores sobrevolaron el cielo de San Bartolomé a media tarde del martes. Antes de la suelta, las niñas y niños del campus recibieron una charla del campeón nacional de colombicultura 20019, Pedro Alarcón. Los llamativos colores sirven como elemento diferenciador e identificativo para los jueves y dueños. Entre las actividades lúdicas, los jóvenes participantes en el campus aprenderán distintos aspectos como la construcción de un transportín. «La finalidad es que lo niños hagan amigos, es un deporte de amistad, unas vacaciones diferentes» apunta el presidente del Club Colombicultura Virgen de la Paz de Crevillent, Álvaro Espinosa, entidad organizadora del campus. En referencia a la situación en la que se encuentra este deporte, Espinosa señala que «se encuentra en un buen momento,y aunque se trate de un deporte minoritario, está teniendo buena aceptación y está entrando gente joven».

Para que estas aves consigan un nivel óptimo para competir es preciso un entrenamiento de unos tres años. La vida de competición para estos animales, como apunta Espinosa, es de unos cinco o seis años, y la esperanza de vida es de entre 12 y 15 años.