A las 9.30 horas -la hora fijada-sin que el calor llegara a ser todavía extenuante, descendía por el balcón del Ayuntamiento el mayor símbolo y emblema de la ciudad. No sería hasta seis horas después, cuando los portavoces de la corporación municipal izaban la Gloriosa Enseña del Oriol de la misma forma que había descendido. La razón por la que se lleva a cabo de esta forma reside en los títulos que en su momento le concedieron: Real y Gloriosa, y con el privilegio de solo ser inclinada ante Dios y el rey. Y ayer fue ese día, en el que salía a la calle y sólo se inclinaba en Santa Justa.

Debajo del balcón esperaba Manuel Asuar Belda para tomar en sus manos el estandarte. Centraba todo el protagonismo como síndico portador de la Gloriosa Enseña del Oriol. Del mástil nacían las cintas que cogían todos los miembros de la corporación municipal para ir a recoger a las otras protagonistas del acto, a las Santas Justa y Rufina, a la catedral de El Salvador y Santa María.

Entraban al ritmo de pasacalle y salían con el solemne redoble de procesión. Ya con las patronas a hombros, se dirigían hasta la iglesia parroquial que lleva su nombre. Repleto el templo, festeras, festeros y devotos aguantaban la hora y cuarto de misa, en la que desde el púlpito y durante el sermón se hizo constante referencia a los 777 años que han pasado desde que «la heroína Armengola junto con Ruidoms y Arnúm llevaran a cabo una ingeniosa estratagema» con la que se le conoce la Reconquista. También se citó a Miguel Hernández con el poema de Las tres heridas para asemejarlas a palabras de San Pablo.

Avanzaba la misa mientras el ambiente festivo se iba apoderando de las afueras de la iglesia. El número de festeros iba creciendo a paso agigantado. Entraba por las puertas laterales del templo el ruido de las primeras tracas y la música de charanga. La sombra era un bien preciado y bastante limitado por lo que los festeros se apresuraban para descansar de los intensos rayos de Sol. La Enseña del Oriol esperaba en el altar hasta que durante la consagración, el síndico procedió a inclinarla frente a la imagen de Cristo.

Con más de media hora de retraso partía el desfile con las 18 comparsas que componen las fiestas de Moros y Cristianos de Orihuela, cada una con su respectiva charanga, ataviados con su vestimenta y armados de bebidas refrescantes, abanicos y pistolas de agua. El ambiente festivo y alegre resonaba por por cada uno de los rincones por los que discurrían, solo interrumpido al llegar a la plaza Capuchinos, donde se rendía homenaje al monolito a la leyenda de la Armengola y el Oriol.

700 metros, en línea recta, restaban para llegar al Ayuntamiento. Los festeros se refrescaban con mangueras de los vecinos para paliar el fuerte calor que dejaba dos intervenciones durante la mañana por un golpe de calor.

Poco después de las tres de la tarde, los festeros acompañaban con vítores el izado de nuevo al balcón de la Enseña.