Vega Baja Acoge ha solicitado al Ministerio de Trabajo e Inmigración la concesión de un piso de acogida para refugiados en Orihuela, que se sumaría al ya existente en la ciudad y que gestiona esta entidad. La intención de los responsables de Vega Baja Acoge es ampliar el número de plazas para estas personas inmigrantes que huyen de sus países perseguidos por motivos de raza, religión, por su orientación sexual o por conflictos sociales o bélicos. Actualmente la asociación atiende a 6 adultos y un bebé en régimen de acogida como refugiados políticos en la vivienda que gestionan en la capital comarcal, pero ésta se ha quedado pequeña para atender a las personas que solicitan asilo cada año. De conceder el ministerio este nuevo piso de acogida, a lo que dará el visto bueno o no en el plazo de un mes, Orihuela podría acoger hasta a 15 personas refugiadas.

Desde Vega Baja Acoge aseguran que tienen capacidad para atender a un mayor número de inmigrantes refugiados y así lo han demostrado en los dos años que lleva esta entidad adscrita al Sistema Estatal de Acogida de Protección Internacional del gobierno central. En ese periodo de tiempo han atendido a un total de 23 personas de distintas nacionalidades, principalmente rusos, colombianos, cameruneses y ucranianos que tienen que huir de sus países por distintos motivos y que al llegar al nuestro se les da la condición de refugiados. Entre ellos hay 10 hombres, 6 mujeres y 7 menores, en grupos de 6 familias, y 3 hombres solos.

«Con dos casas de acogida podremos garantizar la plena integración y autonomía de hasta 15 personas beneficiarias de protección internacional, que es el objetivo del programa estatal al que estamos acogidos», explica a INFORMACIÓN el presidente de Vega Baja Acoge, Antonio Alfonso Sánchez. La coordinadora de la asociación, Inma Sánchez, añade que «el Ministerio de Trabajo nos dijo que hacían falta muchas plazas para personas refugiadas en casas de acogida y nuestra entidad en eso es responsable con el compromiso adquirido al unirnos al Sistema Estatal de Acogida».

España se ha convertido en el primer país europeo de acogida para las personas migrantes y refugiadas que atraviesan el Mediterráneo huyendo de la violencia, de la guerra y de la pobreza. En 2018 llegaron a las costas españolas 65.400 inmigrantes. Según el último informe de Acnur, el pasado año 2.275 personas murieron en el mar tratando de llegar a Europa, una media de 6 al día. Los solicitantes de asilo, no obstante, apenas suponen un 0,1% de la población española «por lo que cualquier argumento que diga que es un coladero el asilo para miles de personas es mentira», indican los responsables de la asociación. En 2018 solo consiguieron el Estatuto de Refugiado 575 inmigrantes. Venezolanos y sirios son los que últimamente más piden asilo en nuestro país.

Campaña

Vega Baja Acoge ha presentado una campaña que lleva por título «#Refugiando» para acabar con los prejuicios que en pleno siglo XXI tienen algunas personas con los refugiados que viven en la comarca. La campaña, con motivo del Día Mundial de las Personas Refugiadas que se celebra mañana 20 de junio, pretende reivindicar los derechos que estas personas tienen y visibilizarlas, además de sensibilizar a la población acerca de la situación que viven millones de personas en el mundo.

La entidad mantiene en tutela durante 18 meses a las personas con estatus de refugiados que llegan a la comarca tras ser adheridas al programa de acogida por parte del gobierno central. En ese tiempo voluntarios y trabajadores de la asociación les dan clases de español a quienes no saben hablar el idioma, durante 4 horas al día, así como cursos de especialización de diferentes oficios, ya sean los que tenían en sus países de origen u otros distintos, con el fin de facilitarles que encuentren un trabajo para valerse por sí mismos. Mientras lo consiguen, la asociación les cubre las necesidades básicas de sanidad y alimentación, además de la escolarización de los menores. Paralelamente, les tramitan la documentación para su residencia y trabajo legal en España. «No les pagamos un sueldo como muchos me preguntan, de manera ignorante, ellos tienen mucho interés en aprender para encontrar un trabajo lo antes posible y les facilitamos esa búsqueda y también la de una vivienda para su total autonomía y es muy satisfactorio cuando nos dicen que ya no necesitan nuestra ayuda porque han encontrado un empleo, el último solo estuvo un mes y medio en la casa de acogida antes de encontrar un trabajo como cocinero en Torrevieja, que era su profesión», señala Antonio Alfonso Sánchez.

Muchos de los refugiados acaban trabajando en hostelería o en el campo, principales sectores de demanda de trabajadores en la Vega Baja. «Somos una comarca de acogida», comenta Inma Sánchez. La ayuda no se ciñe a la enseñanza o la búsqueda de empleo, es muy importante la atención psicológica. «Llegan traumatizados por lo que han tenido que pasar, huir de sus países es una decisión muy difícil y si lo hacen es por salvar sus vidas dejando muchas veces a sus familiares allí, y nos puede pasar a todos».

«Tuvimos el coraje de cruzar el mar, fue algo terrible porque era entre la vida y la muerte»

Dos refugiados que viven en una casa de acogida de Orihuela cuentan cómo un día tuvieron que dejarlo todo y huir de sus países

La campaña que ha puesto en marcha Vega Baja Acoge para sensibilizar sobre la situación que sufren los refugiados cuenta con un vídeo con testimonios de solicitantes de asilo que han llegado a la comarca y que son atendidas por Vega Baja Acoge en la casa de acogida que gestiona en la capital comarcal. Una de ellas es Benice Zeik Kpwai, una camerunesa que llegó a España hace unos meses junto a su marido huyendo de quienes los querían matar. «Sentimos que venir aquí nos haría estar más seguros porque en nuestro país había muchos problemas y querían matarnos», explica en inglés. Ambos tuvieron un largo viaje desde Camerún y la etapa más difícil fue cruzar el mar. «Mi marido y yo decidimos huir, nos dijeron que estaríamos a salvo así y no pensamos en cómo nos íbamos a sentir ni nada, simplemente vinimos. Nosotros intentamos atravesar el mar desde Marruecos, parecía terrible, no fue fácil porque decidimos entre la vida y la muerte, pero tenías que tener el coraje de cruzar», cuenta Benice.

Una decisión, la de dejar su casa, a su familia y huir, que también tomó el colombiano Cristian Vivas Salazar. Ahora sonríe, pero fueron semanas de una presión psicológica muy fuerte. «Tenía la autoestima muy baja», reconoce. «Para mí fueron unos momentos muy difíciles, porque me tocó dejar todas las cosas que tenía, fue difícil la partida».

Tranquilidad

Ambos coinciden en que ahora pueden vivir más tranquilos, no con cierta melancolía por todo y todos los que dejaron atrás en sus países de origen. «El cambio ha sido a mejor porque tenemos la protección de la UE y no tenemos que preocuparnos de nuestra seguridad» señala Benice, aún con recuerdos traumáticos de Camerún. «No sabía cómo me iba a acoplar aquí, pero ahora me siento feliz porque me han dicho cosas que me motivaron y este viaje ha sido muy bueno, a pesar de dejar muchas cosas, pero hay camino por delante que nos dará otras mejores y me aferro a eso», explica Cristian.