Con un ambiente político un tanto caldeado, se avecinaban las elecciones de diputados a Cortes a celebrar el 8 de marzo de 1914. La situación de inestabilidad en los acuerdos de los partidos liberal y conservador sobre la alternancia en el poder dio a estas elecciones un cariz de indeterminación de las formas en las que se iban a desarrollar. Díez de Revenga anunció su renuncia a presentarse como candidato por el distrito de Dolores, alegando motivos de disciplina de partido, pidiendo a sus electores la confianza para su sustituto, Juan Rojas y Pascual de Bonanza, marqués del Bosch de Ares que, para derrotar a los trinistas, utilizó todo tipo de métodos.

Se denunció la formación en Torrevieja de «la partida de la porra», afín al marqués del Bosch de Ares, que mantuvo actividades de coacción sobre los seguidores de Trinitario Ruiz Valarino, no pudiendo salir de sus casas en cuanto cerraba la noche por miedo a ser apaleados. En Cox se produjeron altercados al formarse una manifestación en protesta por el encarcelamiento del exalcalde Manuel Cuenca Marco, el juez municipal José Pic, el alguacil Juan Cuenca y otros cinco vecinos más. Los periódicos del marqués del Bosch de Ares no le dieron importancia al grupo de alborotadores, y los convirtieron en defensores de la ley. La partida de Torrevieja, empezó a reclutarse una semana antes de las elecciones y creció con lentitud. La primera de sus hazañas fue su entrada en la imprenta de Acacio Rebagliato, exalcalde trinista, pidiendo esquelas de defunción para enterrar a los amigos de los Ruiz Valarino. En principio se miraba la partida sólo como una cosa molesta, aunque en los últimos días aumentó en proporciones considerables. Existían varios grupos que se encontraban especialmente cercando las casas de los más caracterizados trinistas, y dando golpes con palos en las aceras por donde pasaban, pero cuando menos se podía suponer sorprendieron, dieron una descomunal paliza a Manuel Capellín, director del periódico 'Torrevieja'; penetrando en la 'Sociedad Artística' de la que era socio, y después de atropellar al conserje que les impidió el paso, dieron cuantos palos quisieron al indefenso periodista, lo sacaron a la calle y lo persiguieron golpeándolo, hasta que cayó al suelo creyendo haberlo matado. Manuel Capellín se refugió, en una casa próxima y después, para llegar a su domicilio, tuvo que ir acompañado del juez y de una pareja de la Guardia Civil, en un intento de que no repitiera la agresión, pues los asaltantes continuaban en las cercanías. La paliza fue al parecer el creer que Capellín era el autor de los artículos en los que se descalificaba a los seguidores de Revenga y del marqués de Bosch de Ares.

Seguidores trinistas, indefensos y desarmados fueron sacados de sus casas en la víspera de las elecciones y en la mañana de aquel día, siendo encarcelados sin haber cometido falta alguna. El día de la elección los miembros de la «partida de la porra» cachearon y dieron orden de cacheo para todos los trinistas, amenazando a todo el que no era de su partido; arrancándoles y rompiendo las papeletas de las candidaturas que no fueran las del marqués del Bosch de Ares; formando amenazadores grupos en las puertas de los colegios electorales para que no se acercaran los partidarios trinistas; en dobles filas en los pasillos echaban a la calle a empujones a todo el que no fuera de su grupo, bajo el pretexto de que había otro elector dentro, apaleando al elector trinista que conseguía votar.

La Compañía Salinera, a pesar de haber ofrecido guardar neutralidad en la contienda electoral, vio cómo se amenazaba de muerte a los encargados dentro de las mismas salinas y como se les encerraba en la cárcel. Los representantes e ingenieros de las salinas, en unión de un notario recorrieron los colegios el día de las elecciones acompañando a los encargados de la Salinera para que pudiesen votar. El día de la elección ofreció Torrevieja el aspecto de una ciudad en estado de sitio. Por las calles circulaban patrullas de hombres armados con garrotes. Los empleados civiles también iban uniformados, no por capricho, sino para que viesen que eran autoridades a las que tendrían más cuidado en no atropellar. La situación más crítica se dio cuando llegaron noticias a Torrevieja de la derrota del marqués del Bosch de Ares en los pueblos del resto del distrito; no siendo del agrado de los que dirigían al grupo de violentos, inmediatamente intentaron conocer cómo iba aquí la votación para ver si pudiera haber compensación. El informe en tres colegios de los cuatro abiertos fue desfavorable, y en el acto se decretó la rotura de urnas y atentados físicos contra los presidentes de las mesas, adjuntos e interventores trinistas. Pero no les fue posible de realizar en uno de los colegios, en el cual los trinistas estaban armados, aunque al ir a constituir las mesas habían sufrido el correspondiente cacheo. Los seguidores del marqués del Bosch de Ares tenían «ciertos reparos» de ponerse ante los revólveres, que para salvarse se habían procurado los de aquel colegio. En el cuarto colegio electoral llevaba una pequeña mayoría el marqués y merced a ella se salvó de la rotura la urna y de los ataques las personas que estaban a su cargo.