Austeridad, recogimiento y meditación. Son los tres principios de la Hermandad del Silencio. Y los cumplen a rajatabla cada Jueves Santo a partir de las 23 horas cuando se abre la iglesia de Santiago y desde su Capilla de la Comunión, descienden en fila los cerca de 500 penitentes ataviados con hábito capuchino de color oscuro. Una curiosidad de esta Hermandad es que el 30% de sus hermanos, cerca de 800, no son oriolanos. La Hermandad del Silencio traspasa fronteras que llegan hasta Francia, desde donde cada año acude una familia a procesionar, además otros penitentes llegados de Cataluña, la Región de Murcia o de varias localidades de la provincia de Alicante. Algo que no sucede con otras cofradías, hermandades y mayordomías de la ciudad donde sus miembros son principalmente oriolanos. «Aquí estamos abiertos a todo el mundo», señala el presidente de la Hermandad del Silencio, Ignacio Martínez.

La solemnidad de esta procesión impresiona con una ciudad totalmente a oscuras en todo el recorrido, solo rota esa oscuridad por los faroles de los hermanos del Silencio y las velas que alumbran el paso. Una hermandad, que cumplió ayer el 79 aniversario de su primera salida, en la Semana Santa de 1940, aunque se fundó un año antes, en 1939. Su ritual no ha cambiado en todos estos años. «Mantenemos el espíritu de los que fundaron la Hermandad y así debe seguir siendo, siempre teniendo presente el primer punto de nuestros estatutos que es el de dar culto a Jesús crucificado», explica Martínez en el nuevo local que ha adquirido la Hermandad frente a la iglesia de Santiago, donde se guardan los 400 faroles o las 50 cruces penitenciales que tiene. Un auténtico museo.

El sonido del golpe de una bocina sorda y de un timbal destemplado es lo único que se escucha en el recorrido por la ciudad, una vez que los Cantores de la Pasión, cuyo canto singular va a ser declarado BIC Inmaterial, despiden en la Plaza de Santiago al Cristo del Consuelo (una talla que José Puchol talló en 1795), titular de la Hermandad. Ninguna banda anuncia la llegada en una ciudad a oscuras, donde comercios, hogares e iluminación urbana se apagan en señal de respeto. Anoche volvió a suceder, al final respetó el tiempo y esa amenaza de lluvia se disipó, afortunadamente, para que las miles de personas que esperaban en el recorrido disfrutaran de la más solemne de las procesiones de Orihuela, considerada una de las 10 mejores de España.

Los pelos se ponen de punta al paso de los anónimos penitentes y al ver la silueta del Cristo reflejada en paredes y edificios por la luz de los faroles. Es la procesión más íntima y penitencial que invita a la reflexión, necesaria también en estos días. El obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, no quiso perderse un año más la que dice sentir como una de las procesiones más especiales de la Semana Santa alicantina. Junto al Obispo, que preside la procesión, muchos sacerdotes oriolanos, el Cabildo Catedralicio y seminaristas. «Que Orihuela se apague entera por donde pasa la Hermandad del Silencio es una realidad, cuando hace años delante de la procesión iba un señor apagando las luces con una vara», comenta Martínez.

Ayer fueron casi medio millar de penitentes los que salieron a las calles de Orihuela, todos ellos mayores de 18 años, una de las normas de la Hermandad, con unas reglas que no cambian desde hace 80 años, los que cumple este año desde su fundación. «Este año han tomado hábitos 14 hermanos de varias edades, desde los 25 hasta los 86 años», indica Martínez. Da cuenta de la buena salud de una Hermandad que crece año tras año y que recibe con los brazos abiertos a aquellos que quieren pertenecer a ella, sean de donde sean.