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Análisis

Orihuela, una excusa de la guerra del PP

La pugna entre Aparicio y Bascuñana sube de nivel y enfrenta a Bonig y Casado por el candidato a la Alcaldía

Bascuñana y Aparicio se dan la mano, con sonrisa forzada, el pasado 2 de diciembre en un acto de la Constitución. t. sevilla

Dámaso Aparicio fue propuesto candidato a la Alcaldía de Orihuela el pasado viernes por parte del comité electoral de los populares oriolanos. El presidente local del partido gana así una batalla a su principal contrincante -que no es ni la portavoz del PSOE, Carolina Gracia, ni el líder de Cambiemos, Carlos Bernabé-, sino el alcalde popular Emilio Bascuñana. La cuestión es: ¿ha ganado la guerra? Esa «guerra civil» que hay montada entre los dos bandos del PP de Orihuela, los «aparicistas» y los «bascuñanistas».

Aparicio y Bascuñana son enemigos irreconciliables desde hace mucho tiempo, la enemistad no viene de hace pocos meses. Se recrudeció con las elecciones a la presidencia del partido, algo democrático en el funcionamiento interno del PP, que demuestra que la excepción no siempre marca la regla porque, en lo que es elegir a un cabeza de lista, el «dedazo» sigue imperando en este partido que tiene urticaria a las primarias. Aparicio se enfrentó a Bascuñana (bueno... a quien dio la cara por él, Víctor Valverde, pero en realidad todos sabían que el que realmente se presentaba a los comicios era el regidor oriolano); y ganó el primero (con un resultado ajustado de 464 apoyos frente a 423 que sacó Valverde). La cara de Bascuñana esa noche del 3 de julio de 2017 era un poema. La bicefalia de la que querían huir había surgido con más fuerza que nunca.

Esos comicios también demostraron otra cosa aún más importante y decisiva en los acontecimientos que se han venido sucediendo. En la campaña que los candidatos hicieron aparecieron los apoyos que tenía cada uno en las más altas esferas del PP. Aparicio tenía detrás a la plana mayor del PPCV, con Isabel Bonig a la cabeza y, sobre todo, con la oriolana Eva Ortiz, número 2, amiga personal del que se convertiría después en presidente local del partido. Por aquel entonces el PP nacional estaba presidido por Mariano Rajoy a quien, como buen gallego, el asunto de Orihuela nunca le ha preocupado, ¿o sí? Solo él lo sabe. Pero el pasado verano Bascuñana apostó por el caballo ganador en el Congreso Nacional del PP, y con ello mantenía sus aspiraciones a ser alcaldable en 2019. Si bien es cierto que su voto era para María Dolores de Cospedal, cuando fue derrotada la precandidatura de la expresidenta de Castilla-La Mancha dio su soporte a Pablo Casado frente a Soraya Sáenz de Santamaría, que recibiría el apoyo de Dámaso Aparicio y de la junta directiva del PP local y también del regional.

Comenzó así la guerra entre «sorayistas» y «casadistas» también en Orihuela: el «sorayista» Dámaso contra el «casadista» Emilio. En esa lucha entraron las «sorayistas» Bonig y Ortiz -que ya públicamente habían apoyado a Aparicio y defenestrado a Bascuñana- y los «casadistas» de la dirección nacional del PP, con un importante papel del número 2, el murciano Teodoro García Egea. Pero, realmente, ¿a Casado o a Bonig le importan tanto Bascuñana y Aparicio? La respuesta es no. Los «sorayistas» y «casadistas» han visto en la capital de la Vega Baja una excusa para su guerra interna al más alto nivel. Y no han elegido un lugar cualquiera, sino el que ha sido tradicionalmente principal granero de votos de los populares en la provincia y pieza clave para el triunfo autonómico durante tantos años.

El comité electoral local ya ha enviado la propuesta al PPCV para que ratifique el nombramiento de Dámaso Aparicio como alcaldable en Orihuela. Ahora la pelota está en el tejado de Isabel Bonig que, si es coherente con lo que ha estado defendiendo hasta la saciedad -que no quiere a Bascuñana ni en pintura-, no le queda otra que elevar a Génova la propuesta oriolana, contraria al criterio del PP nacional, que considera que Bascuñana debe repetir 4 años más. Pero si el comité electoral regional sucumbe a las órdenes de Madrid quedará desacreditada la dirección regional del PP para cualquier otra decisión y supondrá un grave precedente en otras agrupaciones populares, ya que los candidatos en ciudades de entre 20.000 y 100.000 habitantes los decide la ejecutiva autonómica del partido.

Ahora ya no valen «Orihuelas» como excusa de la guerra interna del Partido Popular. Aunque mucho nos tememos que seguirá siendo la excusa perfecta para que «sorayistas» y «casadistas» se sigan tirando los trastos a la cabeza. Y, mientras, corre el tiempo: las elecciones municipales son el 26 de mayo.

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