«Hasta San Antón, Pascuas son», dice el dicho popular. Y quizá por esa «oficialidad» del final de las fiestas, ayer había muchas ganas de pasárselo bien y de disfrutar como nunca de una celebración que en Orihuela llena cada año las calles del barrio de San Antón, una barriada popular que tiene mucho encanto. La lluvia hizo acto de presencia en la mañana de ayer, lo que deslució algunos actos, pero no impidió que los cientos de oriolanos y visitantes que acudieron a la tradicional fiesta dejaran de divertirse. Un año más la tradición volvió a inundar el popular barrio. Las calles del San Antón se llenaron de coloridos puestos de golosinas y dulces y de atracciones.

La jornada se inició pronto, a las 9 de la mañana con la tradicional «Despertá», que dio paso a la misa en la ermita. El recién nombrado Caballero de San Antón, el pintor Bartolomé Roca, quiso tener un detalle con la parroquia y agradecer su nombramiento con un cuadro que ha realizado y que representa a Nuestro Padre Jesús, patrón de Orihuela. Roca donó ayer el cuadro a esta iglesia para que forme parte de su decoración y de la que destacó «es una pintura con colores muy vivos, que casará muy bien con las obras que hay en la ermita».

La misa dio paso a los protagonistas de la jornada, los animales. Frente a la fachada de la ermita se congregaron decenas de personas acompañadas de sus mascotas a la espera de ser bendecidas por el párroco. Una a una las fue bendiciendo en busca de buena salud y crecimiento para sus animales de compañía bajo la atenta mirada de San Antón, su patrón, cuya imagen se colocó a la entrada de la ermita.

Grandes y pequeños llevaron sus mascotas atadas, en jaulas, transportines y también a hombros o a cuestas para recibir la bendición que les protegerá hasta el próximo San Antón. Los perros fueron, un año más, los más numerosos, pero no sólo había canes, también se pudo ver a muchos gatos, a pájaros como canarios, periquitos o ninfas o roedores.

Rifa

Las miradas, sobre todo de los más pequeños, las acaparó una cerda y sus lechones, el animal que se sortea cada año en la tradicional rifa del cerdo de San Antón. En realidad se trata de una rifa simbólica y a las 20 horas se produjo el sorteo consistente en el valor económico del animal.

La jornada fue aprovechada por los cientos de visitantes, muchos de ellos de los diferentes municipios de la Vega Baja, para hacer sus compras en el mercadillo que se instala cada año en el barrio. Triunfan los palmitos -que aseguran que están deliciosos-, los dátiles, el pan de higo, el turrón de panizo (elaborado con palomitas de maíz y caramelo) y, por supuesto, las bolas de San Antón a base de azúcar, agua y cremor (bitartrato de potasio). Estas esferas de caramelo se venden por cientos en este día, tanto las de color rojo que llevan un colorante de «fuchina», como las amarillas, si el caramelo se ha cocinado sin tintes alimentarios, aunque el sabor de ambos no varía. Pero también se podían encontrar turrones y dulces navideños que se vendieron a pesar de que ya dejamos atrás las fiestas navideñas. En los puestos también se podían encontrar juguetes y peluches que más de un pequeño se llevó como recuerdo de su paso por la tradicional fiesta de San Antón. La feria, situada a la entrada del barrio, también congregó a muchos jóvenes que no dudaron en subirse a las diferentes atracciones, como los coches de choque.

Cuatro siglos de tradición

Las fiestas de San Antón tienen su origen en la romería que se celebraba cada 17 de enero, festividad del patrón de los animales, en este popular barrio de Orihuela, situado a los pies de la sierra oriolana y en pleno Palmeral histórico. Sus inicios se remontan al siglo XVII.

Uno de los elementos más singulares de los festejos es la rifa del cerdo y su camada, para lo que los visitantes deben adquirir boletos. La recaudación del sorteo se destina a la financiación de las actividades de la parroquia, que desarrolla programas de ayuda a personas en riesgo de exclusión.

Una tradición que ha ido evolucionando y cambiando, aunque mantiene su esencia de origen, y que se resiste a quedar en el olvido. El barrio de San Antón, y su emblemática plaza de Ramonet, son testigos cada fin de semana posterior a San Antón (17 de enero) de una de las tradiciones a la que más cariño le tienen los oriolanos y que crece cada año.