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La otra cara de las salinas de Torrevieja

Toneladas de residuos acumulados hace décadas forman un vertedero de más de 10.000 metros cuadrados dentro de las instalaciones de la actividad industrial

Montañas de escombros, yesos, maderas, y residuos con origen en la actividad industrial de las salinas se acumulan sobre una superficie de unos diez mil metros cuadrados junto a la orilla de la laguna de Torrevieja. Dentro de las instalaciones de la explotación, al sureste de la superficie lagunar - entre la urbanización Torreta Florida y la antigua fábrica de productos químicos derivados de las lejías de sal- se puede encontrar este vertedero en forma de montículos. En el mismo Parque Natural, Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Interés Comunitario (LIC) y humedal de importancia internacional (Ramsar).

Son yesos y toneladas de restos de las antiguas barcazas planas de madera con relleno de corcho -que mejoraba la flotabilidad y aligeraba el peso las embarcaciones-, peculiar muestra de adaptación náutica industrial al medio lacustre que se utilizaban para el transporte de sal hasta mediados de la década de los ochenta. Una pequeña parte de los acopios, restos de canalizaciones, escombro de obras y cuerdas, son recientes. A esta zona solo se puede acceder con vehículo a través del propio recinto cerrado de la salinera, por un camino que parte de las antiguas instalaciones de la fábrica de productos químicos -que dejó de funcionar a mediados de los setenta-.

El vertedero creció en su día con conocimiento de los gestores de las salinas, que al desprenderse de toneladas de material por la transformación tecnológica que vivió la actividad durante esos años, se ahorraron el transporte y la gestión de los residuos acumulando los materiales de desecho en los aledaños del espacio industrial salinero, ignorando el potencial valor patrimonial de elementos como los originales «raches» y amontonando lo obsoleto en un espacio que cuenta con protección ambiental como Parque Natural desde mediados de los ochenta.

En el mismo entorno se degradan por abandono las antiguas instalaciones de la fábrica de la química -hace unos meses desapareció una de las tres torres con depósitos de madera característicos de esta zona- y otras construcciones de la antigua industria extractiva.El espacio salinero es propiedad estatal. La administración ha cedido su gestión a empresas para su explotación a través de concesiones, con periodos de gestión directa, desde hace siglos. Desde 1950 la Nueva Compañía Arrendataria de las Salinas de Torrevieja (NCAST) mantuvo una fuerte intervención de capital público en alianza con empresas salineras españolas y transformó la explotación con su renovación tecnológica. A finales de los ochenta la NCAST pasó a manos privadas. Primero de la multinacional Solvay, y después de la Morton Salt y la Rohm Haas, hasta recaer en la actual, Salins. La concesión está condicionada por Patrimonio del Estado a un canon anual que aporta la empresa al estado de 2 millones de euros anuales, con condicionantes que subrayan la exigencia de inversión en las instalaciones y un compromiso expreso de política ambiental. Reforzado por la empresa y Patrimonio del Estado en el momento que Salins logró en 2014 prorrogar la concesión hasta 2030, prórroga que comienza a finales de este año. Fuentes de la dirección de la NCAST, que ha abierto las instalaciones al turismo este año y desarrolla acciones ambientales como el control de la conservación la colonia de gaviota de Audouin, no quisieron pronunciarse sobre esta situación, heredada de la escasa sensibilidad ambiental de décadas anteriores.

En la actualidad la salinera cuenta con un sistema para tratar y decantar los yesos derivados de las salmueras de Pinoso, pero urge la coordinación de la empresa con Patrimonio del Estado para devolver plena calidad ambiental a un espacio que es el principal valor patrimonial de Torrevieja. La próxima salida la Vuelta Ciclista a España desde las salinas el próximo mes de agosto puede ser la mejor excusa para hacerlo.

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