Para José Martínez, que trabaja en una de las fincas de la Vega Baja, la situación que se está viviendo en el sureste español responde a la globalización del sector. «Tenemos una competencia feroz con el mercado externo, que es Sudáfrica sobre todo, y la fecha en la que se comercializa su fruta es cuando empieza nuestra cosecha», lo que dificulta las exportaciones desde España al resto de Europa.

El cítrico procedente de África se ofrece a precios más económicos y, por tanto, se cuela con mayor facilidad en la cadena alimentaria, lo que motiva el descenso de los precios que se abonan a los productores alicantinos.

«Una vez que (el fruto) sale de campo, con 14 o 15 céntimos, hay un proceso de recolección, confeccionado y distribución hasta que llega al supermercado. Puede pasar perfectamente por tres intermediarios. El margen de beneficio está en ellos, no en el agricultor. No sabría decir quién es el que más pesa en esa cadena de distribución, pero el agricultor no es el que más pesa en el precio final de la fruta», sostiene el ingeniero.

José Martínez asegura que los agricultores «pensamos que hay un diferencial que incrementando unos pocos céntimos a nuestro sector podríamos estar subsistiendo, de lo contrario estamos abocados a tener grandes problemas de mantener infraestructuras, instalaciones y producción».

Pero, ¿por qué no se pueden aumentar el precio esos pocos céntimos? La respuesta que ofrece para ser clave: «Nosotros estamos en manos de las cadenas de distribución principalmente y ellos son los que marcan el precio de compra». O lo que es lo mismo, al agricultor se le impone desde fuera el precio de venta de sus productos en función de los vaivenes del mercado internacional.

Colapso

La ley de la oferta y la demanda no perdona y los precios de los cítricos caen cuando la producción se multiplica, como ocurre en otoño, cuando arranca la temporada. «En el sur de África en estos momentos están en el final de campaña, pero cuando llegan nuestras primeras mandarinas, en septiembre, ellos están en el pico máximo con una calidad de fruta muy buena que compite con nuestra producción directamente. Con los precios que ellos llegan es muy complicado hacerles frente. Nuestra fruta se queda en nuestras fincas y no se corta», resume el ingeniero.

Algunos agricultores logran sortear los grandes canales de distribución mediante fórmulas para colocar su mercancía de forma directa. La clave es salir directamente a buscar clientes. En la Vega Baja y en otras partes de la geografía provincial existen productores que ofrecen servicios como enviar cajas de cítricos y otras frutas y verduras directamente a casa de los consumidores, sin intermediarios. De esa forma alcanzan precios más justos por sus cosechas.

No obstante, es una fórmula que no sirve para los que cultivan grandes extensiones de tierra y necesitan distribuir cientos de miles de kilos casi al mismo tiempo. En esos casos no tienen más remedio que pasar por los intermediarios. No es habitual que las grandes superficies comerciales compren directamente a los agricultores y mucho menos a nivel europeo.

Según el balance de Asaja, el pasado año se produjeron 137.380 toneladas de mandarinas, 287.197 toneladas de naranjas dulces y 292.265 toneladas de limones. El valor económico de la producción agraria total de la provincia se situó en 2017 en 711 millones de euros.