Hace unos días escuchaba en un medio local las peticiones que los dos gallos principales con mando en plaza, hacían sus reivindicaciones ante el gallinero del botánico, aun a sabiendas de que éste ha puesto ya en nuestra zona bastante más que todos los anteriores juntos. Como es lógico, que no digan que el otro pide más que yo, sobre todo ante la posibilidad de que pueda ser elegido un nuevo gallo principal, los actuales, piden y proponen esfuerzos a los demás, por si las verdaderas dueñas, las «gallinas ponedoras valencianas», les dieran de lado en su elección, así que cacarean y cacarean con peticiones al viento, dejando escuchar propuestas y más propuestas, para que, amén de llenar sus comederos, les den el tan ansiado mando en plaza; así se podía escuchar al gallo mayor desde su atalaya municipal requiriendo: ¡Que nos hagan unas comunicaciones sin cuento para nuestras costas, la CV tal y la CV cual, la parada del AVE etc.etc.! y así el gallo menor al mismo tiempo, desde su atalaya partidaria, también alzaba su potente voz presidencial, casi con la misma potencia, desgranaba la misma sarta de peticiones más otras, que podrían llevar a los oriolanos entre otras cosas desde Orihuela por carriles «bici» a nuestras pedanías, aunque sin especificar quien pondría las bicicletas.

El gallo mayor hablaba desde el espacio donde tienen el comedero y el menor desde el horno donde se cuecen los contubernios: Peticiones a montón, lógica la misma, ver si con sus profundos cacareos, estos gallos cantarines consiguieran un espacio lo más cerca posible del comedero principal, en ambos casos, rodeados por sus más fieles aliados y asesores, que con sus afinados píos píos, daban fe de la bondad de sus peticiones.

Las gallinas que mandan en el gallinero, aun desde la distancia, perciben los cantos de sirenos de los dos gallos más el de los ocultos, saben cual de ellos pueden darles las satisfacciones que ellas necesitan, conocen de verdad la fuerza de los cacareos de estos gallos, de quienes cantan con ellos, de la fuerza vital de sus espolones y saben perfectamente hasta done pueden llegar, por lo que, es posible, que ante tanto cacareo desafinado y promesas y peticiones al viento, opten por lo natural, o sea, probar un gallo intermedio que situado entre el gallo quemado y el aspirante indeciso y hagan lo lógico, renovar el ambiente y cambiar de gallo, al fin y al cabo, todos están ya dentro del gallinero.

Ruego, amables lectores, disculpen que les embrome con este cuento de otoño, lo hago, porque aunque son cosas muy serias, las formas en que desarrollan sus actividades algunos de nuestros gallitos locales, nos dan pie para que no les tomemos en serio, aunque eso sí, lo tendremos que hacer cuando veamos lo que nos cobran, por lo poco y mal que hacen: ¡Así que? mucha paciencia!