Una estructura más original cuajada en sal, un «Kiosco-Tómbola», se alzó en el paseo de Vista Alegre con motivo de la celebración de la Fiesta Eucarística Provincial, en los días 8 y 9 de agosto de 1914, con la finalidad de recaudar fondos, pero un cúmulo de concurrencias hicieron que, además de montarse con retraso, fuese un estrepitoso fracaso.

El sábado, día 8, a las siete de la tarde, para tomar parte en los actos religiosos, llegó a Torrevieja el obispo de Orihuela, Ramón Plaza y Blanco. El viaje lo hizo en automóvil, escoltado por cinco vehículos a motor ocupados por la comisión torrevejense presidida por el alcalde Mariano Albentosa y el cura párroco, además de las personas más importantes del pueblo y veraneantes, siendo recibidos por la banda de música de Orihuela que, había llegado por la mañana a la estación del ferrocarril.

Por noche llegaron en tren cuatrocientos congresistas, agrupados en comisiones pertenecientes a distintos pueblos, distinguiéndose por su gran número la de Callosa de Segura. Fueron recibidos por la banda oriolana y autoridades, partiendo de la estación por la calle Campoamor, que se hallaba cubierta en toda su longitud y anchura por una muchedumbre de personas, hasta el Hospital de Caridad, donde se organizaron con sus respectivos estandartes a la cabeza, precedidos por el obispo, trasladándose todos a la iglesia.

Se celebró en templo de la Inmaculada, engalanado y espléndidamente iluminado con electricidad, una vigilia extraordinaria de la Adoración Nocturna de la diócesis. A las diez, disertó el sermón del obispo, continuando luego durante toda la noche el Oficio Eucarístico, reinando en su interior y alrededores una gran animación. A la una dieron comienzo las misas, siendo la comunión a las tres de la mañana.

Al a romper el día se organizó una procesión, acompañada por la banda de música, que recorrió algunas calles hasta llegar al paseo de Vista Alegre, lugar donde habia erigido, en el templete donde tocaba la música, un estrado con altar engalanado con flores, colgaduras y ramajes, desde donde el obispo Ramón Plaza dio la bendición al mar y al pueblo, hacia los cuatro puntos cardinales: emocionante fue el momento en el hizo su alocución el capuchino fray Eugenio de Valencia. La gente vitoreaba y la música entonaba la marcha real mientras amanecía, siendo presenciado el momento con recogimiento por numerosísimas personas. A su regreso al templo, se detuvo la procesión en dos altares que piadosos vecinos habían colocado en la calle. La luz alumbró toda la noche y un pirotécnico hizo un derroche de cohetes y tracas en los recibimientos y en la procesión.

El domingo, día 9, el cura párroco dio en su casa un banquete al obispo, invitando a autoridades y otras personas sobresalientes, visitando por la tarde el barrio de La Punta. Por la noche se quemaron fuegos artificiales en la explanada del Casino que, como el paseo, estaba concurridísimo de público. El obispo presenció la pirotecnia desde la terraza del Casino, y al terminar fue obsequiado por su presidente Pedro Ballester a una copa de champagne.

El lunes, día 10 de agosto, visitó el obispo las salinas, siendo acompañado por el interventor Vázquez y el ingeniero Bartolomé Boch, asistiendo después, invitado por el alcalde, a un banquete ofrecido en el Casino, volviendo a Orihuela en el tren de la tarde.

El «Kiosco-Tómbola», al no disponerse de los operarios necesarios, fue imposible terminarlo a tiempo para su inauguración el 8 de agosto, y por no haberse instalado la luz eléctrica tampoco pudo ser el día 9; perdiéndose los días de mayor afluencia de forasteros, sábado y domingo, en que se podía haber hecho una importante recaudación benéfica.

Por fin el lunes, día 10, se inauguró el «Kiosco-Tómbola» con una cantidad no muy crecida de objetos que estuvieron expuestos, pero sin rifarse ninguno. Las jóvenes postulantes que acudieron aquella noche, a pesar de todos los augurios de fracaso, supieron ofrecer las flores con tanta gracia que recaudaron cincuenta y seis pesetas.

El martes, día 11, después sufrir un gran retraso la instalación del «Kiosco-Tómbola», un más numeroso grupo de señoritas fueron en comisión por todas las paradas de la feria, pidiendo objetos para rifar, siendo muy bien recibidas, satisfaciendo su petición. Se obtuvieron más de doscientos objetos de todas clases y muchas docenas de flores procedentes de la donación de comerciantes, veraneantes, feriantes y vecinos. Por la noche, se repitió la venta de flores por numerosas señoritas del pueblo y forasteras, que hicieron una recaudación análoga a la de la noche anterior, vendiendo además papeletas para las rifas de cuatro objetos, que les fueron materialmente arrebatadas de las manos.

El mal aún estaba por venir, aquel «palacio de cristal», convertido en tómbola, se convirtió en poco tiempo en un aparato de para producir lluvia, a especie de gran irrigador, cayendo agua incesantemente desde su cúpula salina que se fue diluyendo irremediablemente, y el viento húmedo empezó a ejercer su acción sobre aquel kiosco repleto de regalos.

Los costes de su construcción habían sido leoninos, habiendo estado dirigidos por el maestro artesano salinero Francisco Carratalá, además cobraron jornales, entre otros, los operarios Carloto, Perico, «el Compadre» y «el Caliche». Antonio Samper, transportó gratis las piezas a la laguna para su cuaje; y la Compañía Salinera regaló el trabajo de varios días de los obreros encargados de colocar, vigilar y sacar de la laguna las piezas. El gasto total de su edificación (materiales, jornales, dietas, gratificaciones, portes, etcétera) fue de 444,75 pesetas, y la cuantía de los ingresos de 324,25 pesetas. Resultando una diferencia en perjuicio de 120,50 pesetas, que se dieron al Hospital de Caridad junto con cuatro cestas de flores; guardándose los objetos sobrantes para sucesivas rifas.