La Gloriosa Enseña del Oriol, «El Pájaro» como se le conoce popularmente, guió ayer, como cada 17 de julio, el día más importante de las Fiestas de Moros y Cristianos de Orihuela. Lo hizo con Mayte Sánchez como Síndica Portadora y arropada por miles de festeros durante una larga jornada cargada de simbolismo, entre la devoción y la fiesta. El estandarte, de 1594 y declarado Bien de Interés Cultural, cumplió la tradición de visitar la catedral y se dispuso después junto al altar del templo de las Santas Justa y Rufina, donde se celebró la Misa de la Reconquista, presidida por el obispo, Jesús Murgui. Sólo allí se pudo presenciar el único momento en el que el símbolo se inclina, algo que sólo debe hacer ante la presencia de Dios y del Rey.

El oficio religioso dio paso a la juerga y en torno a las 12 del mediodía las comparsas de la cruz y la media luna comenzaron su pasacalles a ritmo de marchas festeras. Gafas de sol, sombreros, abanicos, cerveza y refrescos fueron los aliados para mitigar el calor y dejarse llevar por la alegría que supone en Orihuela acompañar al Oriol en el año en que se cumple el 776 aniversario de la Reconquista.

La Armengola 2018, Mercedes Andréu, acompañada de los embajadores cristiano y moro, Isidro Hernández y Enrique Riquelme, respectivamente, dieron paso a la comitiva portadora de la Gloriosa Enseña, flanqueada por autoridades religiosas, corporación municipal y representantes de las fuerzas de seguridad. No faltó el presidente de la Asociación de Fiestas, Pepe Vegara, pendiente de que todo discurriera conforme a lo previsto. El desfile se detuvo en el monumento a la Armengola ubicado en el barrio de Capuchinos, donde se depositó una corona de laurel con lazos con los colores de la bandera española, la señera valenciana y la del Vaticano en honor de la heroína que salvó a los cristianos oriolanos e impulsó la Reconquista. Al filo de las tres de la tarde «El Pájaro» volvió a ser izado hasta el balcón del Ayuntamiento entre los vítores y aplausos de miles de festeros mojados y también remojados por cubos de agua lanzados desde las ventanas. A medianoche el Oriol volvió a su nido mientras la fiesta en su honor se alargó hasta el amanecer.