Vive con intensidad las fiestas desde que se iniciaron en 1974. Recuerda con cariño como el inicio de los festejos fue gracias a agrupaciones de barrio. Entró en los Moros Viejos de Abén Mohor en 1998 y, 20 años después, ostenta la quinta embajada de la comparsa en las fiestas.
A sus 53 años, Enrique Riquelme Terrés (Orihuela, 1965), vive el sueño de ser el representante no solo de su comparsa, si no de todas las del bando moro. Aunque los actos oficiales se iniciaron ayer, los eventos previos han pasado una pequeña factura a su voz. Su afonía no impide que nos cuente cómo su casa se ha convertido «en un bullicio continuo» porque, además de su cargo de embajador, sus dos hijas son abanderadas.
Este año, además, su comparsa, situada en el campo de fútbol, estrena cuartel con una puesta en escena sin precedentes, un palacio con jardines y patios árabes con agua, donde no faltan los camellos ni un zoco.
¿Cómo recibió su nombramiento como embajador Cristiano?
La verdad es que lo recibí con mucha alegría, pero también con mucho respeto. El cargo es bonito pero tiene cierta responsabilidad. Te tienes que plantear las fiestas de otra manera y lleva mucho trabajo y esfuerzo. Las comparsas moras tardan 10 años en tener embajada y hay que buscar consenso.
En todos sus años como festero, ¿había imaginado alguna vez ostentar un cargo como éste?
Es algo que no te lo planteas. Pero vas viendo los cargos de otros años y en el fondo siempre tienes ese anhelo de representar al resto.
¿Cómo afronta las fiestas que acaban de iniciarse?
Con muchas ganas. Son muchos meses trabajando y, aunque ya llevamos unos cuantos actos previos, esta semana es el momento crucial y también para disfrutar de todo y del contacto tanto con los comparsistas como con el resto de la gente.
¿Qué espera de los festejos de este año?
En Orihuela la fiesta de Moros y Cristianos se asocia a ruidos, a fiesta por la noche y a consumo de alcohol. Y lo que hemos intentado desde que empezó el año, es hacer trabajos para incorporar la fiesta a la sociedad con conciertos, marchas moras, ayudas al Centro de Alzheimer Miguel Hernández y, también, donaciones de sangre. Que las fiestas no sean solo esta semana y que se vea que hay mucho detrás y no solo los festejos en sí.
¿Qué boato ha preparado y con qué va a sorprender al público?
Preferimos mantener la incertidumbre porque creemos que la gente está expectante el día del desfile. Aunque sí adelanto es que queremos plasmar el sueño de Abén Mohor, con una marcha mora que hemos compuesto. Queremos reflejar, dentro de lo que es un sueño, la idea de ciudad que podría tener Abén Mohor en la época de La Reconquista y hemos hecho un guiño a las tres culturas porque Orihuela, según el pacto de Tudemir, fue una de las pocas ciudades donde convivieron cristianos, musulmanes y judíos. Es un boato único porque lo hemos hecho nosotros, no hemos querido contratarlo con ninguna empresa para darle un toque personal.
¿Qué cambiaría y/o mejoraría de las Fiestas de Moros y Cristianos
Hay que ir a por el reconocimiento internacional. La fiesta tiene dos retos: no somos demasiado festeros para lo que es la ciudad y habría que ver la forma de trasladar los festejos a la costa. Además, la fiesta tiene que tomar un cariz más cultural, solidario e integrador, estar en la sociedad oriolana.
¿Considera, entonces, que habría que integrar a todo el municipio en las Fiestas, incluidas las pedanías y la costa?
Claro. Debería ser más participativa. La costa de Orihuela debe ser parte de estas fiestas por la importancia que tiene.
¿Es partidario de que el año que viene se saque la réplica de la Enseña del Oriol y no el original por su deterioro?
Históricamente la enseña es un patrimonio muy importante y no me importa que en momentos determinados trabajemos con una réplica, pero en los actos principales que sea la original. Se pueden alternar.
