Grandes dosis de paciencia y tiempo, mucho tiempo, necesita cualquiera que tenga que presentar documentación en las dependencias del Prop de Torrevieja. Quien de forma previsora se haya molestado en consultar la página web del servicio sabe que de lunes a viernes la llamada «ventanilla única» atiende de nueve a una, y el Registro General de nueve a dos. Eso es la teoría. En la práctica el funcionamiento de estas oficinas a las que cualquiera se puede ver obligado a acudir en algún momento se apuntala en unos usos y costumbres que, si no eres habitual del ambiente administrativo municipal, no queda otra que descubrir (y sufrir) por uno mismo. Vacaciones y bajas encadenadas dejan desde hace semanas este departamento bajo mínimos de personal, como avanzó este diario, sin que nadie haya puesto remedio. De entrada, quien se acerque a las dependencias de este servicio en la torrevejense calle de los Hermanos Bazán pasadas las nueve y media (oportuno es recordar que se abren al público a las nueve), que se olvide de realizar el trámite ese día. Claro que, hasta que te enteras que vas a tener que intentarlo al día siguiente porque los números de orden de atención disponibles se agotan enseguida, puedes perder ahí ya tu tiempo haciendo cola. Y te vas entrenando.

Se puede pensar entonces lo fácil que sería avisar a la ciudadanía torrevejense de este «detalle» explicándolo en cartelería informativa visible al exterior. Pero se pasa página y día, si acaso con alguna protesta al policía local de vigilancia, que por cierto es el único, entre los funcionarios presentes, que se molesta en explicar a los usuarios cómo funciona el servicio cuando la cola ante el mostrador de información supera las siete personas.

La persiana se sube a las nueve, y se reparten 60 números (con suerte amplían a los 80). Pero a las 7.30 ya hay personas en una cola que se suele prolongar dando la vuelta a la manzana. A las 9.17 ya se han agotado los números hasta el día siguiente. Calcule usted a qué hora debe ponerse a la cola si el documento le urge; lo paradójico es que en ocasiones urge porque lo exige el Ayuntamiento que ofrece este servicio.

Dos mesas de siete

En la larga fila multicultural esperan pacientes personas de todas las edades y condición física. Destacan estos días madres con niños pequeños que se acercan a inscribirlos en la Escuela de Verano municipal, que, por otra parte, no se sabe cuándo va a comenzar, que ya es tener moral.

En el interior, sslo en dos de las siete mesas comienzan los funcionarios la atención al público con la última campanada de las nueve. Entre el maremágnum de gente que aguarda a ser atendida y la porfía por uno de los últimos números del día, el policía -con una resolución encomiable- se lanza a ordenar por iniciativa propia la gestión de las inscripciones de la Escuela de Verano: pregunta, da instrucciones, hace fotocopias, ordena papeles... Los afortunados que han conseguido número se van marchando. Les pueden quedar todavía horas de espera. Aunque tampoco tienen garantía de que se resuelva el trámite que los ha llevado allí. Un hombre con evidentes síntomas de Parkinson consigue entrar empujando a un corpulento anciano en silla de ruedas. Es su segunda mañana en el Prop. Pero tampoco ha podido coger número. Por suerte el policía los recuerda y se ofrece a ayudarles en la gestión invitándoles a esperar en la calle. Mientras, un jubilado noreuropeo muestra un dossier-denuncia con imágenes de un gran contenedor con podas a la puerta de un chalet. La funcionaria no sabe dónde derivar la documentación: «Mándalo a Vía Pública y que rule»; con los tres jefes de baja, todo el personal disponible es auxiliar administrativo y asume la responsabilidad de coordinar.

A lo largo de la mañana serán decenas las personas que continúen acercándose a estas dependencias para gestionar al momento la documentación de sus trámites sin saber que, al menos en ese día, no van a poder hacerlo. Pues eso, como decía el funcionario que, eso sí, no perdonó su media hora de almuerzo: «Que rulen».