Abril y mayo, meses que ni frío ni calor político, de asuntos primaverales, de fiestas municipales en nuestra vega, que llegarán hasta septiembre sin una semana de tregua festera entre los 27 municipios.

Este año, sin embargo, hemos visto manifestaciones por los derechos de las mujeres, por las sentencias injustas que denotan una ideología arcaica. Manifestaciones por la defensa de las pensiones actuales y las de mañana, manifestaciones por la defensa de los trabajadores y sus precarios empleos, que no revelan salida de la crisis de ninguna manera.

Anda revuelta la sociedad, que desorientada, vaga esperando a que alguien con sentido consiga reconducir este cúmulo de despropósitos sociales. Y desde ese desorden, más desorden; engaños de los políticos que, camuflando la verdad, acercan el ascua a su sardina, y el votante mira desconcertado como le hacen ver espejismos ilusionantes o cataclismos delirantes, y ante esto?Nada.

He analizado, de forma exhaustiva, la propuesta de presupuestos que nos llega desde Moncloa, y para nuestra, tantas veces olvidada, comarca, nos anuncian más ruina, más nada. Observamos como el gasto mayoritariamente recae en infraestructuras nacionales, no comarcales. No tienen en consideración nuestro futuro a largo plazo, y se olvidan del bienestar de nuestros ciudadanos, marginándonos a la discriminación provincial en términos económicos. Con unos presupuestos que, si dividimos dinero por habitantes, nos hacen enrojecer de rabia.

Si ya como valencianos estamos mal financiados, como alicantinos lo estamos peor todavía; y como ciudadanos de una de las comarcas más importantes de toda la Comunidad Valenciana, como lo es la Vega Baja, es para enfadarse y mucho. Somos 136 euros menos importantes que la media nacional española, y además son unos presupuestos sin imaginación, sin sentido de crecimiento, sin proyecto, sin futuro.

Hablaba de la política con mirada al futuro, pues la cortoplacista sigue siendo la misma, la de la mirada electoral. Esta política consoladora de problemas, que no soluciona nada, consigue, aunque parezca imposible, aumentar las pensiones de mierda de un 0.25% a otras más dignas de entre el 1.5 al 3%, y sacarse de la chistera más de 4.600 millones de euros como si de un truco del mago Montoro (y ríase usted de Tamariz) se tratase.

Los ciudadanos de la Vega Baja, eminentemente emprendedores, necesitan más inversiones; más energía eléctrica, y más barata, necesitan incentivos a la formación continua de los trabajadores de cada sector productivo, se ha de incrementar las inversiones públicas en comunicaciones e Institutos Tecnológicos comarcales; necesitamos desarrollar, con I+D+I, los procesos productivos y de transformación agraria, que repercutan en una mejora de la calidad de nuestros productos y de nuestra capacidad competitiva, en la búsqueda de nuevos productos que llevar al mercado con sellos de calidad y denominación de origen. Una planificación territorial, a largo plazo, del desarrollo industrial de nuestros polígonos, poniendo encima de la mesa la ampliación correcta y efectiva de las infraestructuras, pertinentemente proyectadas para mejorar costes de producción y logística, de manera conjunta.

Y evidentemente, necesitamos agua; agua para nuestra agricultura, nuestro turismo, nuestro desarrollo tecnológico e industrial, y para ello las inversiones en el aprovechamiento de este bien han de ser primordiales, sin enfrentamiento territorial, pero con firmeza de subsistencia y convencimiento de una realidad social, económica y territorial. Sin menosprecio a nadie, pero firme.

Necesitamos un proyecto de futuro, no unas migajas de pan y unas gotas de agua que aplaquen nuestra hambre y sed hoy.

Estas son algunas de las necesidades en las que, a mi juicio, se está perdiendo el tiempo, las infraestructuras de transportes generales que nos venden como nuestras, son la zanahoria que el mal político conservador quiere vender ante su falta de talento, ante su propia inutilidad.